lunes, 15 de abril de 2013


LA ULTIMA COLUMNA
Buenaventura/15/04/13

Recuentos olvidados.
 

"Ser negro es por sí nacer marginal, los niños lo sabemos, pero aún no lo entendemos. Soy una persona muy afortunada y he ido mas más allá, sabiendo mi color y mi raza. 
Una niña blanca la  invitó a  su  piscina. La hicieron salir porque habia permitido que se bañara en su piscina. Ese fue la vez que me dí cuenta, de lo que no sabia. Que que era negra. "Si yo hubiese sido blanca, mi vida sería otra". 

 DEL TANGO ARRABALERO DE MEDELLIN A UNA

NIÑA PRODIGIO 

Por: René Orozco Echeverry

A estas alturas cuando ha corrido mucha agua bajo el puente, recuerdo una tarde cuando concurría al Conservatorio dellas Artes música de Medellín a recibir mis clases de solfeo y clarinete,  recordé que acababa de ir donde un músico cubano para que tradujera al pentagrama un de mis composiciones. 
Entre todos mis libros de estudiante del Liceo de Bachillerato de la Universidad de Antioquia, traía la partitura que me había exigido don Alfredo y Horacio Diez, propietarios de Discos “ZEIDA”, de una de mis composiciones, en ritmo de porro: “Los Reyes Magos”. 
Cuando iba para mi cubículo a recibir mis clases de música, estaba en su estudio practicando en un piano de cola, una niña, quien por su corta edad sus piececitos  no le alcanzaba al pedal del piano.
 Entré, y después de escucharla, cuando terminó su ejecución, le pedí que me tocara la partitura que contenía los arreglos que me había hecho el maestro cubano.
Tomó la partitura y cuando vio que estaba escrita en compás 2/4, se negó a tocarlo porque  su enseñanza estaba dirigida a la música clásica, como el estudio de Federico Chopin que estaba ejecutando cuando entré  y le interrumpí.  


Insistí hasta convencerla, a la niña que no pasaba de 8 años, al fin de mis súplicas, interpretó y ejecutó la música profana que yo componía a mis 19 años. Hoy TERESITA GOMEZ es famosa virtuosa ejecutante, concertante de ese instrumento y de muchos reconocimientos por su talento musical. Me queda de alguna manera, la satisfacción de haber conocido en su comienzo un talento en ciernes. Si ella recuerda este episodio, sabrá que no fue en vano haberla interrumpido, creo que mi impertinencia consolidó su vocación de estudiosa y ejecutante virtuosa del piano.

Hoy cuando leo esta nota,  a la que estoy haciendo este comentando, con profunda emoción recordé haber tenido un acercamiento con quien después, llegaría a ser tan notable como virtuosa.    Ha corrido mucha agua bajo el puente, recuerdo una tarde cuando llegué al conservatorio de música de Medellín a recibir mis clases de solfeo, recordé que en la mañana había ido donde un músico cubano para que tradujera al pentagrama una de mis composiciones.

Entre mis libros de estudiante del Liceo de Bachillerato de la Universidad de Antioquia, traía la partitura que me había exigido don Alfredo y Horacio Diez, propietarios y dueños de Discos “ZEIDA”, para poder grabar un porro, de mi autoría.
Me queda la satisfacción de haberla conocido en su comienzos. No creo que ella recuerde este episodio, ni sabrá que mi impertinencia consolidó su vocación clásica de ejecutante virtuosa del piano. Hoy cuando hago este comentario con profunda emoción me ufano de haber tenido un acercamiento con quien, años después, llegaría a ser tan notable como virtuosa. 


Horacio Montoya, Saúl Orrego y René Orozco

Después de tantas ires y venires, ahora cargados de años, tanto Teresita Gómez como yo,  no pude olvidar ese episodio.
 
Tiempos inciertos cuando la vida aun no me mostraba cual era mi destino. Para esa niñita fue muy claro ser artista.
 
 
 
 

En el Medellín de entonces fuimos satanizados, y causantes de que otra música, distinta a la "montañera", entrara en ámbitos donde estaba prohibido tocarla. Tocábamos música de la Costa y del Chocó.
 
Corroboró a que así fuera el haber creado en 1948 “El Trio los Vagabundos" cuando en “Medallo” lo único que se oían eran bambucos arrieros, pasillos llorones y los dramáticos tangos argentinos que toda la noche sonaban en los traganíqueles de bares y cantinas de Carabobo, en la Calle Nueva de Guayaquil, aledaña a la Estación del Ferrocarril, donde deambulaban en la tarde y en la noche toda clases de "putas" venidas de todos los rincones del país entre la que se contaba unas diez docenas que había conocido en Quibdó, ahora se dondoleaban al compás del Tíbiri Tábara” de Daniel Santos. En Medellín lo veneraban devotamente.
En “Guayaco”,  llamaba a Guayaquil Gonzalo Arango, entre bocanadas y bocanada de un Pielroja, que salía de su garganta, hacia rosquetes de humo en el aire. Finalmente terminamos prostituidos en medio de una consuetudinaria gleba de obreros, pordioseros, mariguaneros y camajanes llegados de Cali, infalibles visitantes de la noche.

“Callayo”, el tuerto de la guitarrista, había sido sonsacado por  Tito Cortes, quién se hacía  llamar “El Daniel Santos Colombiano”, llegó de Tumaco. A la vista se avecinaba el año 1950.