lunes, 25 de marzo de 2013

Iván Márquez visto desde Irlanda

24 Mar 2013 - 9:00 pm        

Iván Márquez visto desde Irlanda

Un excombatiente del IRA expresa sus opiniones sobre la actitud del líder guerrillero en las conversaciones de paz.

Por: Henry Robinson*
Iván Márquez, el negociador líder de las Farc en las conversaciones de paz con el gobierno colombiano, está de luto.
Esto lo sabemos porque durante las últimas semanas ha aparecido en las conversaciones de La Habana vistiendo una camiseta con la foto de su amigo y camarada Jacobo Arango, a quien mataron el 31 de enero de este año. En otras ocasiones, la camiseta de Iván ha llevado la imagen de otro camarada, Raúl Reyes, a quien mataron en 2008.
Estoy lejos de sugerir que este dolor no es, en cada fragmento, tan sentido como el de las madres de los solados colombianos muertos, a quienes las Farc les arrebataron la vida, cruelmente y sin sentido, y a quienes se la siguen arrebatando, incluso ahora, mientras sus representantes hablan de paz. Esas madres también cargan con la memoria de sus hijos todos los días, pero, a diferencia de la ligera camiseta de Iván, ellas visten su pena con abrigos de plomo, que no se pueden quitar.
Creo que el dolor de Iván es genuino, sencillamente no pienso que su exhibición contribuya a la causa de la paz. Tampoco lo hace la última foto que se conoce de él, en la que aparece montado sobre el símbolo norteamericano del capitalismo: una Harley Davidson. Todo esto tiende a sugerir una falta de compromiso con el fin último de una paz duradera. Así lo comentó un colombiano furioso en Colombia Reports: “¡Guerrilleros, despierten, mientras ustedes comen mierda entre los matorrales, su comandante monta una Harley Davidson y come caviar en Cuba!”.
Como lo descubrimos después de las exitosas conversaciones sobre la paz en Irlanda del Norte, el eventual logro de la “paz” es sólo el comienzo del proceso de curación. Como nosotros, Colombia se dará cuenta de que ha estado sentada en una bomba de tiempo de dolor. De hecho, la suya tiende a ser mucho más explosiva que la nuestra; mientras que nuestro conflicto duró 30 años, Colombia ya ha pasado por cinco torturadoras décadas.
La enorme tarea de lidiar con el legado de dolor y de trauma va a ser difícil de sobreestimar. Por ejemplo, un estudio que se realizó durante las secuelas de los “conflictos” de Irlanda del Norte expuso que al menos el 50% de aquellos que experimentaron un trauma relacionado con éstos evidenció, como mínimo, una condición de salud mental tratable. Para dar una idea de la gravedad de la condición colombiana, el número de muertes asciende actualmente a 250.000. Eso es un cuarto de millón de familias de luto, lo que implica, como mínimo, un millón de individuos afectados por trauma en algún nivel. Y todos necesitan ayuda.
En mi opinión, casi todo el que resulta involucrado en un conflicto de largo alcance sufre, en algún grado, estrés postraumático. Esa misma investigación también concluyó que, mientras más largo sea el conflicto, mayores son los efectos traumáticos en las personas. Así que, después de 50 años de terror, el daño se sigue construyendo exponencialmente.
Aunque respeto el deseo de Iván por rendirle homenaje a sus amigos, creo que su manera pública de hacerlo raya en la ostentación: con escenas como la que presentó en Oslo y con sus particulares camisetas, el líder está enviando mensajes en código, no muy ingeniosos, al otro bando de colombianos en las conversaciones de paz.
Su mensaje, en las palabras inmortales de Fred Hampton, el activista del Partido Pantera Negra que fue asesinado en 1969, es el siguiente: “Puedes asesinar a los revolucionarios, pero no puedes asesinar a la revolución”. Y mientras esto sea cierto, Iván y sus camaradas están apostándole a un juego que debilita el proceso de paz, al entorpecer su progreso. El presidente Santos, por su parte, apegándose a su más reciente comentario —“Si vemos progreso estaremos satisfechos, pero si no progresamos, dejaremos la mesa de negociaciones”—, está cada vez más cerca de su punto de quiebre. Iván y sus camaradas de las Farc, entonces, necesitan acabar con su pavoneo y seguir adelante. Deben dejar de mirar atrás y apostarle al futuro; deben esforzarse para lograr la paz tan rápido como sea posible, presentando sus ideas de tal manera que, a través de las urnas, el pueblo colombiano pueda decidir el tipo de país que quiere.
Este continuo caer de víctimas en un río interminable de lágrimas tiene que acabar, ¡y tiene que hacerlo pronto! ¿No sería un homenaje más apropiado para sus fallecidos camaradas dar un paso adelante y lograr que la paz ocurra? Así, tal vez, podría dejar su vida de recursos publicitarios y de juegos de relacionista público para comprarse una Harley Davidson de segunda mano, en la que se pueda embarcar en su propia gira por Colombia con un ejemplar de Diarios de motocicleta en sus alforjas. Y, luego —lo que es aún más importante—, podría envejecer en paz y con dignidad, un derecho que se le ha negado a muchos de sus compatriotas.
*excombatiente del IRA

LAS MISMAS FARC PUEDEN ESTAR SACÁNDOLE LOS OJOS AL PRESIDENTE PORQUE SABEN QUE SE QUIERE REELEGIR, O EL MISMO PRESIDENTE ESTAR ENTREGANDO COSAS PORQUE SE TIENE QUE REELEGIR”.
Andrés Pastrana
“ESTE ES UN EVENTO DE PUEBLO, DE PUEBLO QUE CLAMA JUSTICIA COMO INSUMO ESENCIAL DE PAZ”.
Alias ‘Iván Márquez
“SI ELLOS TIENEN LA MISMA DETERMINACIÓN QUE DICEN TENER, Y SE ASEMEJA A LA QUE NOSOTROS TENEMOS, ESTAS NEGOCIACIONES SE PUEDEN DAR EN UN TÉRMINO MÁS RÁPIDO DE LO QUE LA GENTE SE IMAGINA. CUANDO HAY VOLUNTAD, REAL VOLUNTAD, PARA ENCONTRAR UN CAMINO COMÚN, EL PROCESO SE FACILITA ENORMEMENTE”.
Juan Manuel Santos



Por: Henry Robinson*