Brasil, entre Dilma y Marina
La presidenta Dilma Roussef quiere repetir para conservar el legado del Partido de los Trabajadores.
Imágenes Relacionadas
Las últimas semanas
han visto el crecimiento de la candidata Marina Silva, y a menos de un
mes de las elecciones por primera vez es posible que derrote a Dilma
Roussef.
Lo que parecía una aburrida campaña por la
reelección, se ha convertido en un duelo apasionante entre dos mujeres,
la presidenta Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores –PT– y la
opositora Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño –PSB–, quien
reemplazó al candidato Eduardo Campos, muerto en un accidente de avión
en agosto.
Según las encuestas, Marina y Dilma están empatadas con 34
por ciento de los votos, y en una segunda vuelta, Marina ganaría con un
50 por ciento de los votos, contra 40 por ciento de la presidenta.
El
resultado de las elecciones brasileñas será seguido con enorme interés
en todo el continente, porque no se trata solo de la continuidad del
largo reinado de 12 años del Partido de los Trabajadores (PT), sino de
la suerte de los partidos populistas que gobernaron el continente en el
siglo XXI. Un triunfo de Marina Silva enviaría señales a Venezuela,
Ecuador y Argentina, donde los gobiernos de Maduro, Correa y Kirchner se
han extendido largos años en el poder.
Aunque ambas comparten
un origen común de rebeldía, hoy están enfrentadas con dos proyectos
políticos muy distintos: para Dilma, conservar el legado de Luiz Inacio
Lula da Silva, el primer presidente obrero en la historia de Brasil, y
para Marina encarnar el cambio, que seduce a los sectores medios y que
ha aglutinado al conjunto del empresariado y del mundo financiero.
Dilma
es la típica representante de la juventud universitaria urbana
radicalizada en los años sesenta y setenta, durante la época de las
dictaduras militares, tuvo un paso por la lucha armada y luego se hizo
economista e ingresó al PT. Hizo su carrera como funcionaria, ejerció
el Ministerio de Minas y Energía y la jefatura de gabinete bajo la
presidencia de Lula, quien la eligió para sucederlo.
Marina
representa al campesino pobre de Acre, en la punta de la Amazonia en la
frontera con Perú y Bolivia: hija de serengueiros (cosecheros de
caucho), con 11 hermanos, trabajó desde niña en el campo con sus padres y
aprendió a leer a los 16 años.
Evangélica y ambientalista, se incorporó
a las luchas campesinas de los años ochenta, ingresó al PT y desde
2003 hasta 2008 participó en el gabinete de Lula como ministra del Medio
Ambiente. En 2009 abandonó el PT para ingresar al Partido Verde y
presentarse en las elecciones presidenciales de 2010, en las que obtuvo
el 19,3 por ciento de los votos.
Paradójicamente, la suerte de
las dos mujeres parece invertida: Marina es la voz de los descontentos
de las ciudades, mientras que Dilma continúa recibiendo el apoyo del
campo y de los sectores más pobres y rezagados, que se beneficiaron de
los planes sociales impulsados por el PT en la última década.
Desde
que reemplazó a Campos como candidata a presidente, el huracán Marina
no deja de crecer, al saltar a un 34 por ciento en menos de un mes,
cuando antes de morir Campos apenas llegaba al 9 por ciento de las
intenciones de voto. Su irrupción sepultó las expectativas de Aecio
Neves del PSDB (Partido Socialdemocrático Brasileño), quien hasta ahora
era el candidato de los medios empresarios y financieros y que tenía el
respaldo del expresidente Fernando Henrique Cardoso. La pobre hija de
serengueiros se ha convertido de la noche a la mañana en la candidata
preferida de la Bolsa, los bancos y los poderosos empresarios que la ven
como el arma perfecta para terminar con el reinado del PT.
La
analista política Lucia Hipolito dijo a SEMANA desde Río de Janeiro,
que “es natural el deseo de cambio del elector brasileño expresado por
Marina. A esto se llega por el cansancio con el PT y porque existe una
insatisfacción muy grande, sobre todo en los medios urbanos, por el
modelo de gobierno y la corrupción”.
Las diferencias
Dilma
defiende las bases de un programa de crecimiento basado en estimular el
consumo y la producción. Marina toma distancia del modelo populista
latinoamericano y propugna una “tercera vía”, entre las políticas
sociales de Lula y las políticas ortodoxas y desregulatorias de su
antecesor, Fernando Henrique Cardoso: promete recuperar el trípode de la
política macroeconómica (inflación reducida, cambio fluctuante y
superávit), toma de Cardoso propuestas como la autonomía del Banco
Central y la flexibilización del Mercosur –el bloque comercial con
Argentina, Uruguay y Paraguay- para realizar acuerdos bilaterales con
otros países como la Alianza del Pacífico integrada por Chile, Colombia,
Perú y México, y una agenda positiva con Estados Unidos.
Dilma
defiende la política energética que supuso renacionalizar a Petrobras y
explorar las gigantescas reservas petroleras descubiertas en aguas
profundas conocidas como ‘pre sal’, destinando esos fondos para gastos
de salud y educación. Como buena ecologista, Marina se opone, dice que
el pre sal “es una prioridad entre otras”, y propone buscar fuentes de
energía limpia, como la solar y la eólica.
Marina, quien dijo en
un reportaje a Folha de Sao Paulo que acostumbra a consultar la Biblia
antes de tomar decisiones, explota su religiosidad por ser practicante
de la Iglesia Evangélica, la de mayor crecimiento en el país en las
últimas décadas.
En el terreno político, la candidata
opositora aspira a recoger el descontento que se hizo presente con las
manifestaciones de los últimos dos años, proponiendo la renovación
política que Dilma prometió pero no realizó. Ante la falta de un fuerte
partido nacional con representación parlamentaria, la candidata propuso
gobernar sin los partidos, sino con los mejores de cada uno de ellos, y
con la sociedad movilizada.
La cuestión del matrimonio
igualitario ha sido una piedra en el zapato de Marina, que primero dijo
sostener el proyecto de ley de matrimonio entre personas del mismo sexo,
y luego lo retiró de su programa, después de que uno de los más
influyentes pastores evangélicos lanzara una serie de trinos para
atacarla por la propuesta.
Sin embargo, la vaguedad de sus
ideas ha suscitado importantes críticas. La revista Istoé le dedicó su
editorial, preguntándose: “¿Qué es la nueva política?”, acusándola de no
detallar planes, “haciendo un discurso simpático, con una frase que
puede encantar plateas, pero que no pasa de ser un truco retórico y
común en las campañas electorales”.
Contra reloj, el equipo
de Dilma en el PT aceita sus ataques contra Marina, para mostrarla como
la candidata de los banqueros y la derecha, resaltando su traspié con el
matrimonio igualitario, la debilidad de su partido en el parlamento,
sus propuestas de gobernar sin partido y la vaguedad de sus planes.
Es la economía, estúpido
“En
cuarenta años de cobertura electoral en Brasil y en el mundo, no
recuerdo un ascenso tan fulminante como el de Marina Silva”, escribe el
analista Clovis Rossi en su blog de la Folha de Sao Paulo.
Para el
analista, la explicación es la economía: la pobreza se redujo en 30
millones de personas en los 12 años de gobierno del PT, pasando de un
43,1 por ciento en 2000 a 24,5 por ciento en 2012. Esto fue posible por
el crecimiento económico de un 5 por ciento promedio, resultado de la
alta demanda china de materias primas que permitió, a Lula primero y a
Dilma después, financiar sus planes de inclusión social.
Pero ese modelo
llegó a un cuello de botella a partir de la crisis de 2008 y la pérdida
de impulso de China.
La economía brasileña se estancó y entró en
recesión. Los primeros afectados son los 30 millones de expobres, que no
alcanzaron a lograr la estabilidad de la clase media, y que conforman
lo que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo llama
sectores vulnerables, es decir, los que, ante una crisis, son los
primeros en ver afectada su situación.
Ellos “ven a Marina
como la conductora de los cambios que los saque del purgatorio de la
vulnerabilidad”, escribe Rossi, quien agrega un dato curioso: si bien
según las encuestas continúa creciendo la aprobación al gobierno de
Dilma, su intención de voto sigue cayendo. Falta menos de un mes para
la definición, en un final electoral inesperado, que promete traer
consecuencias para toda América Latina.
<< Inicio