Sobre nuestro archipiélago
La verdad sobre el litigio entre Colombia y Nicaragua
Foto: AFP
Una detallada revisión de los hechos que ocurrieron desde el gobierno de Ernesto Samper en este caso
En entrevista concedida a María Isabel Rueda (EL TIEMPO, 31-12-2012), el
expresidente Andrés Pastrana dice que, al llegar a la jefatura del Estado, en
1998, no recibió del gobierno Samper ninguna información relativa a las
reclamaciones de Nicaragua sobre nuestro archipiélago de San Andrés y
Providencia y mar adyacente.
Lo cual sugiere que nada se hizo en ese gobierno o, si se hizo, no tuvo
trascendencia. O que no se hizo entrega de la información por razón desconocida.
En tema tan delicado, que envuelve los más altos intereses del país, no cabe más
que la verdad de los hechos.
Por la circunstancia de haber formado parte, por designación del entonces
presidente Samper en 1996, de lo que él bautizó Grupo Informal de Consulta, que
recibió el encargo de llevar a cabo la búsqueda de un grupo de abogados
internacionalistas con experiencia sólida en el seno de la Corte Internacional
de Justicia, recomendar sus nombres, evaluar sus conceptos acerca de dichas
reclamaciones y, finalmente, aconsejar al alto gobierno sobre las opciones
disponibles, debo pronunciarme sobre este tema.
A fines de 1995 fue claro para el presidente Samper y su canciller, Rodrigo
Pardo, que la declaración del gobierno nicaragüense de 1980, en virtud de la
cual se declaraba unilateralmente inválido el Tratado Esguerra-Bárcenas (1928),
debería ser tomada con absoluta seriedad. Con disposición a responder por las
vías del derecho la violación flagrante del derecho internacional emanada por la
Junta de Reconstrucción Nacional. El presidente Samper solicitó a un grupo, que
integró con el expresidente Alfonso López Michelsen, el eminente jurista Germán
Cavelier, el embajador ante la ONU, Julio Londono, y el autor de este artículo,
que identificase, como paso inicial, el grupo de practicantes de estatura global
que realizaran, cada uno, estudio individual sobre el estado de la situación, su
proyección y las alternativas legales concretas que se le presentaban a
Colombia.
El profesor Cavelier y yo -en razón de nuestra compenetración con los
círculos legales académicos y profesionales extranjeros- recibimos el encargo de
hacer llegar las hojas de vida de los candidatos. El presidente Samper,
inicialmente en asocio de su primer canciller, Rodrigo Pardo, y después de quien
lo sucedió en el cargo, María Emma Mejía, escogió, tras minuciosa calificación,
a quienes deberían encargarse. Así, fueron escogidos el francés Prosper Weil, el
español Santiago Torres Bernárdez y los británicos Sir Arthur Watts y Neville
Maryan Green.
El presidente Samper entendió la obligación de estar totalmente empapado del
asunto desde su inicio. Dentro de esta dinámica, y dada la naturaleza
absolutamente reservada del tema, varias de las reuniones tuvieron lugar en la
propia casa privada del Palacio de Nariño, bajo la dirección activa e informada
del primer mandatario.
Se acordó una metodología de trabajo a salvo de trampas en el raciocinio.
Llegados los conceptos, los miembros del Grupo Informal -buscando evadir
posiciones previas asumidas, como era el caso del expresidente López y Cavelier-
aclararían temas puntuales de manera individual con cada uno de sus autores con
el fin de ir llegando a consensos que fuesen estrictamente sustantivos y la
opinión personal no tiznara la transparencia del proceso. Hacia fines de 1997 y
comienzos de 1998 se habían trabajado estos comunes denominadores
conceptuales.
Para López Michelsen y Cavelier, otrora agudos antagonistas en varios puntos,
fue sorprendente -y para mí, que había estudiado sus posiciones- pisar tras
varios lustros tierra común. A la instancia escrita se agregaron reuniones del
Grupo Informal con los abogados francés, español y británico, cuyo lugar de
encuentro fue la ciudad de París.
Al finalizar la administración Samper se tenía perfectamente claro el estado
de la situación. Esto es, cuál era nuestro estatus jurídico en el archipiélago,
qué acciones jurídico-internacionales quedaban desaconsejadas y cómo se componía
el abanico de alternativas (así lo llamó entonces el presidente Samper) que
tenía a su disposición Colombia para enfrentar el desafuero legal de Managua,
cuya prolongación llegaba a las dos décadas.
Así, por ejemplo, sobre el retiro del Estatuto de la CIJ y del Pacto de
Bogotá (1948), las posibilidades de instituir un procedimiento contra Nicaragua
por la declaratoria unilateral de nulidad de un tratado territorial intangible
en vigor, bien de manera autónoma o por vía reconvencional, o esperar una
demanda de Nicaragua (opción que fue desechada unánimemente y a la postre
ocurrió), quedaron definidas.
Todo a partir de visiones estructuradas y respaldadas doctrinaria y
jurisprudencialmente. Sobre la figura procesal de las excepciones preliminares,
a la que acudieron el presidente Uribe y la canciller Barco Isakson, quedó así
mismo establecida prevención radical de que su utilización sería
contraproducente. Y se discutió tan a fondo el tema que al profesor Weil se le
urgió un concepto adicional y profundizado, que fue respondido con un análisis
extenso de casi veinte páginas -que, como todos los documentos, guardo en mis
archivos-, que el expresidente López, Germán Cavelier y yo discutimos con él en
París hace más de quince años.
Es preciso decirlo: el margen de maniobra que disfrutaba Colombia en aquel
momento era amplio. Buen número de estrategias jurídicas individuales o
conjugadas aseguraban la integridad del archipiélago. La administración Samper
fue más lejos, pues puso en ejercicio todos los canales legales diplomáticos y
extradiplomáticos para obtener información relativa a los movimientos de
Managua, en lo cual exhibieron encomiable eficacia los cancilleres Mejía y
Camilo Reyes.
Fue claro, a poco de finalizar este gobierno, que Nicaragua preparaba
instituir un procedimiento contra Colombia, pero ello no ocurriría a corto
plazo. Esto es, en cuestión de meses, así que el gobierno de Samper podría
finalizar libre de demandas.
Yo me desvinculé del Grupo de Consulta al ser designado en cargo diplomático
en la ONU-La Haya. Durante los últimos meses de la administración Samper fui
informado, sin embargo, por el propio presidente Samper y el expresidente López
y el doctor Cavelier, que, siguiendo las recomendaciones de los siete abogados
(tres colombianos y cuatro extranjeros), se dejaba al gobierno electo de Andrés
Pastrana no únicamente los estudios, sino la integridad de sus desarrollos
posteriores. Pero, además, un plan de contingencia en que trabajaba
Cavelier.
El presidente Samper buscó experticia y, al hacerlo, omitió deliberadamente
factores ajenos al proceso. Por esta razón estuvo en el Grupo Informal Germán
Cavelier, persona muy cercana al expresidente Pastrana Borrero. Yo -sin más
credencial o respaldo político que mis conocimientos- era modesto miembro del
tribunal ético del conservatismo y había sido asistente personal del recién
caído doctor Álvaro Gómez Hurtado.
El presidente Samper y la canciller Mejía quisieron, además, que en materia
de tan grande entidad todos los expresidentes residentes en Colombia (Pastrana
Borrero y Betancur) estuviesen plenamente informados. Germán Cavelier y yo
hicimos entrega personal en su residencia copia de todo el material contentivo
de los estudios al expresidente Pastrana poco antes de su muerte, quien supo
agradecerlo especialmente. Entiendo que el gobierno saliente fue cuidadoso -ello
debe recordarlo el entonces canciller Reyes- en hacer entrega de igual
documentación al gobierno entrante.
Pero si no lo hizo, era inescapable e impostergable en grado máximo
obligación de la nueva administración pedir e identificar la información que
ocupa hoy, como entonces, lugar de privilegio en los archivos del Palacio de San
Carlos y del propio despacho de los sucesivos cancilleres y del mismo Jefe del
Estado en el Palacio de Nariño.
Aquí no hay lugar a disculpa de ninguna naturaleza. Se trató y se trata del más alto interés nacional, de derechos vitales de nuestros hermanos sanandresanos, del entorno ambiental y de la seguridad nacional dentro del hemisferio.
Juan Daniel Jaramillo Ortiz
Especial para EL TIEMPO/elciberecovirtual.blogspot.com
Acerca del autor Juan Daniel Jaramillo Ortiz hace parte del grupo de abogados nacionales que asesoran al gobierno del presidente Santos en el análisis de las alternativas que tiene el país después de la sentencia de la Corte de La Haya.
Especial para EL TIEMPO/elciberecovirtual.blogspot.com
Acerca del autor Juan Daniel Jaramillo Ortiz hace parte del grupo de abogados nacionales que asesoran al gobierno del presidente Santos en el análisis de las alternativas que tiene el país después de la sentencia de la Corte de La Haya.
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