Más allá del color de la piel
08 octubre 2013
"Semana"
Más allá del color de la piel
Por José E. Mosquera
OPINIÓN . El Primer Congreso Nacional del Pueblo Negro, Palenquero y Raizal fue un fracaso. No hubo un acuerdo mínimo sobre políticas públicas para el desarrollo de los afro.
Foto: SEMANA
El Estado no ha estructurado una política de desarrollo realista y coherente que permita sacar de la pobreza a millones de negros que viven en los cinturones de miseria de las ciudades y en el campo colombiano. Los programas con los cuales se ha pretendido impulsar su desarrollo han fracasado al darle un enfoque de homogeneidad tribal a la población negra.
Porque cuando se habla de programas de desarrollo para las comunidades negras en Colombia, erróneamente se parte de la falsa premisa de una homogeneidad de los negros, sustentada en color de la piel, pero sin examinar que entre la población negra existen diversidades culturales y visiones de desarrollo que las hace diferentes dentro de un mismo departamento y de una región a otra.
Aspectos que no han sido tenidos en cuenta a la hora de estructurar sus políticas de desarrollo, se pretende impulsar su progreso dentro de una colectivización donde no se analizan las particularidades culturales y de otra índole.
Se piensa que el simple color de la piel es un elemento aglutinador de los negros. Por eso las diversidades culturales se han convertido en uno de los grandes escollos a la hora de llegar a consensos políticos y organizativos sobre cómo desarrollar un modelo de desarrollo en unas comunidades que a veces lo único que las une son la pobreza y el color de la piel de sus habitantes.
Otro aspecto polémico es que se trata de desarrollar políticas de inclusión del negro, basadas en un falso tribalismo y en un unanimismo étnico inaplicables en la práctica. Porque desde el punto de vista cultural los negros en Colombia, tenernos diferencias que han hecho difícil llegar acuerdos políticos entre los líderes de las organizaciones entorno unas políticas de desarrollo.
Porque la pertenencia a determinadas particularidades culturales, tienen mayores fuerzas de cohesión política y social que el simple color de la piel. El negro chocoano tiene una cultura y una visión de desarrollo que lo hace diferente a los negros del Valle, Cauca y Nariño, y estos entre sí, también tienen profundas diferencias, además de los factores políticos de tipo regional.
Ahora los negros de los departamentos del Caribe son culturalmente diferentes a los negros del Pacífico y viceversa, desde luego, tienen visiones de desarrollo diferentes. Un negro nacido en Bogotá con su cultura cachaca no piensa igual en término desarrollo que un negro de las riberas de los ríos Atrato y Patia.
Tampoco un raizal de San Andrés piensa idénticamente en cuestiones de desarrollo que un negro nacido en el Eje Cafetero. Igual sucede con un negro oriundo de los valles de San Nicolás y de Aburra con su simbología paisa que un negro de Barbacoas.
Estas diferencias, sumadas a que las organizaciones negras sean convertido en el refugio de los politiqueros que han fracasado en los partidos tradicionales y de izquierda, quienes se han trasteado a estos procesos organizativos con todos sus vicios de corrupción y de malabarismos politiqueros ha sido otro eslabón nefasto.
Los mismos que desde hace décadas controlan las inoperantes consultivas y los espacios de concertación con el Estado, fueron en parte los responsables del fracaso del Congreso Nacional que se realizó en Quibdó con motivo de los 20 años de la ley 70, en donde no hubo ni siquiera un acuerdo mínimo sobre cómo desarrollar unas políticas públicas para impulsar el desarrollo de las comunidades negras.
De la lectura de las vergonzantes conclusiones del congreso se colige que fue un fracaso, porque de los siete resultados esperados en seis de ellos no fue posible llegar a un conceso y avanzar en las hojas de rutas.
Un congreso que, además de los intereses económicos políticos y regionales que se evidenciaron entre diferentes actores, también fue escenario de una puja por el control de los procesos organizativos entre la visión de la Colombia negra rural de los Consejos Comunitarios que tienen el control de los territorios colectivos y la visión de la Colombia negra urbana, representada en una serie de organizaciones “sin ánimo de lucro” que durante dos decenios han dominado los espacios de interlocución con el Estado. Dos visiones con intereses económicos y políticos diferentes que han hecho difícil la puesta en marcha de un Plan de Desarrollo de las Comunidades negras
2 Comentarios
hunesa
Juan Jose Nieto era el designado de Colombia por meritos, cuando Mosquera trataba de tumbar a Ospina, en un momento no tuvo noticias de el y asumio con gran pompa la presidencia por seis meses. Fals Borda lo rescato del olvido de nuestroa historiadores, por eso no aparece en los libros de enseñanza, por ser negro.hunesa
Cuando se lee estos escritos que solo se lamentan de ser o no ser, admira mas al único presidente de Colombia afroamericano a Juan José Nieto, gran caudillo costeño Liberal el único que se encaro a Mosquera, sin tener que pedir permiso a nadie. Subió de la pobreza a ser líder.
Arq. René Orozco Echeverry
DISCRIMINACIÓN,
EVIDENCIA O SOFISMA.
·
Las costumbres y el folclor, también son formas discriminatorias.
·
Ante la Ley
todos los hombres son iguales; las razas no lo son.
·
Lo social racial, en el Chocó, resultó en la práctica la más grande
farsa que se haya gestado.
·
Las razas no deben ni pueden compararse entre si, ni que una es
superior a otra.
Aparte
de las grandes diferencias sociales, culturales y económicas que existen entre
las razas, existen otras que conducen a
la discriminación; tal vez la más importantes son las que tienen origen entre
ellas mismas, y las diferencias raciales, crean obvias desigualdades. Fuera de
esas consideraciones, surge un sin número de singularidades de diversos
ordenes, que hace que unos se distingan de otros. Las costumbres y el folclor,
también son formas discriminatorias.
El
comportamiento coadyuva a la diferencia y por insignificantes que sean, llevan
al individualismo racial, aun más, si está de por medio el origen, la
comunidad, los aspectos geográficos, la subordinación, el trabajo, la
ignorancia, la cultura, la incapacidad, las características somáticas, todos
entran en el juego de las comparaciones étnicas.
Contrario
al principio, que ante la Ley
todos los hombres son iguales; las razas no lo son, y que por esto se
discrimine, no es malo, puesto que, discriminar es una forma de identificar, y
de distinguir a unos de otros. No tienen nada en común un africano y un
asiático; un anglosajón y un indostaní y es poco el esfuerzo que hay que hacer
para saber quienes son, de donde provienen y a que raza pertenecen. Tender a la
pluralidad racial no es nada fácil,paradójicamente, en un mundo donde los
desplazamientos y el intercambio de toda índole caracterizan la modernidad, y
lo cotidiano es precedido por la facilidad de transportarse y las
comunicaciones computarizadas.
Las
razas no deben ni pueden compararse entre si, ni que una es superior a otras.
Cada una tienen sus propias características congénitas y valores, por esto no
significa que sean iguales. Comparar las culturas, las civilizaciones y el
desarrollo, sería lo único válido conceptualmente para establecer el grado de
insipiencia de cada una de ellas.
Las
razas siempre serán distintas y sus particularidades las definen a simple
vista: las sicológicas, lo peculiar, el carácter, el talento y la
idiosincrasia. Las heterogeneidad racial desaparece extrañablemente, coincidiendo
en lo artístico, y el temperamento individual se suma a lo colectivo, para enriquecer
el patrimonio artístico contemporáneo.
El
hábitat donde realizan sus actividades cotidianas, hacen que los prototipos
existenciales, no escapen a la discriminación, alargando más, la cadena de
diferencias.
Los
paladines de la integridad racial
promueven la más odiosa discriminación, llegando hasta la extravagancia
de limitar la procreación al seno mismo de la consanguínidad, intento que caen en un exagerado casticismo
racial. Esta idea no pueda prevalecer en el mundo de hoy, que cada día se interrelaciona
más, que coincide en objetivos comunes y busca una mejor calidad de vida; lo
contrario conlleva a acentuar aun más las diferencias y a incrementar
desarrollos urbanos minoritarios, incipientes y menesterosos, que por sus
condiciones “sui generis” y sus peculiares hábitos lo conviertan en habitantes
de la jungla y a morar lugares geográficos fijados por mandato legal; como en
el caso colombiano que mediante una iniciativa legislativa, las negritudes,
consiguieron la expedición de la
Ley 70, en la que fija áreas para concentrarse a manera de
“resguardos indígenas” a cambio de que conserven su identidad cultural y se respete sus costumbres atávicas.
Buscar
una “natalidad histórica” legendaria, que en la practica no es rescatables,
para legitimar su descendencia basados en superfluas similitudes somáticas o en
el color de la epidermis, no justifica la renuncia de su natalidad, para
adquirir en otras latitudes, que solo podría obtenerse mediante “adopciones”, a
través de fórmulas jurídicas y de derecho internacional.
La
discriminación racial es una cosa y otra es la falta de oportunidades, la que
no puede tomarse como tal; logros que se obtienen cuando se adquirieran los
niveles necesarios de formación intelectual que permite el acceso al mercado laboral; el hecho de no alcanzarlos, no puede
utilizarse con fines especulativos o como sofismas raciales.
Cualquier
movimiento racista, sea cual fuera su naturaleza, no puede utilizar el pretexto
que su lucha es para obtener los derechos políticos que supuestamente se le
hubieren negado, máxime que el país desde 1882, abolió la esclavitud .
Lo
social racial, en el Chocó, resultó la más grande farsa que se haya gestado en
toda su historia y, quienes auspiciaron estas mentiras políticas solo
pretendían satisfacer sus apetitos de poder, reteniéndolo por más de 80 años y
perpetuados hasta hoy, hegemónicamente, sacrificando las esperanzas y dejando
al pueblo, que les sirvió de instrumento para lograr sus pretensiones
personalistas, en la más horrenda pobreza con índices estadísticos, por debajo
de las mínimas condiciones de vida.
Buenaventura,
octubre 2003
Elcibereco/René Orozco Echeverry/Editor/Redactor
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