Columnistas invitados, Daniel Coronell y 4 más...
El perfume
Por Daniel Coronell
OPINIÓN La decisión a favor de Mesa fue tomada 14 días después de que el Procurador fuera reelegido con 80 votos, entre ellos el del senador Luis Fernando Duque, padrino de aquel.
Rodrigo Mesa es un diputado a la Asamblea de Antioquia cuyo nombre ganó notoriedad nacional por un discurso irrespetuoso y racista. A raíz de un plan para invertir recursos educativos en los municipios chocoanos que están en los límites con Antioquia el señor Mesa soltó la siguiente frase: “La plata que uno le meta al Chocó, eso es como meterle perfume a un bollo”. (Ver video)
La declaración se dio en medio de la discusión de un proyecto llamado “Antioquia la más educada”. Allí el diputado Mesa agregó “Si no hemos sido capaz (sic) de organizar la casa. Cuando uno va a hacer una fiesta en su casa lo primero que hace es organizar su casa para que los invitados encuentren una casa organizada, pero si van a encontrar los pañales cagados y sucios por todas partes, van a salir a criticar”.
Gracias al trabajo de Teleantioquia Noticias, las afirmaciones del señor Mesa fueron difundidas y los periodistas profundizaron en la identidad de la nueva estrella de la política.
Lo primero que se supo es que su carrera había empezado bajo el alero del seis veces alcalde de Envigado, Jorge Mesa, conocido por su cercanía con Pablo Escobar. También que su actual padrino es el senador liberal Luis Fernando Duque, el mismo que el mes pasado estuvo en la comisión que estudió y resolvió velozmente los impedimentos de 36 senadores para que pudieran votar la reelección del Procurador Ordóñez.
La hoja de vida del diputado Rodrigo Mesa en la web de la Asamblea, aseguraba que era bachiller del Colegio Ferrini y periodista con estudios de Derecho del Trabajo en la Universidad Pontificia Bolivariana. La UPB pronto respondió que el señor Mesa no figuraba en sus listados de egresados, jamás había estudiado en esa universidad.
Cuando revisaron los documentos presentados por el diputado y en los cuales se basó la asamblea encontraron que la hoja de vida base había sido alterada. El recién plantado documento aseguraba que era bachiller del Colegio San Marco (ya no del Ferrini), que había cursado algunos estudios de periodismo (sin precisar la universidad) y que tenía tarjeta profesional. Lo curioso es que la tarjeta profesional de periodista desapareció en Colombia hace 14 años.
Finalmente el diputado reconoció que su trayectoria laboral y académica estaba constituida únicamente por su paso de 20 años por la Asamblea Departamental, 6 en el concejo municipal de Envigado y que sus estudios sólo habían llegado hasta cuarto de bachillerato o noveno grado como se dice ahora.
Con las evidencias a la vista, la Procuraduría actuó con diligencia y decidió en primera instancia destituirlo e inhabilitarlo por trece años para el ejercicio de funciones públicas.
Con los hechos aún frescos en la memoria de muchos colombianos, el ministerio público profirió un celebrado fallo de primera instancia que el comunicado atribuía a la “Procuraduría General de la Nación”.
Allí reprochaba tanto las afirmaciones discriminatorias del diputado, como el registro de información falsa en su currículum y agregaba que “que el formato de hoja de vida del disciplinado fue alterado en su primer folio en un lapso de un mes, afectando el normal desarrollo de la investigación”. Lo cual constituye una forma de obstrucción a la justicia sancionable tanto disciplinaria como penalmente. (Ver Fallo primera instancia)
Con esa idea se había quedado el país. Sin embargo recién empezaban a sonar los villancicos cuando de manera -menos ruidosa- la Procuraduría modificó drásticamente su decisión.
La sanción a Rodrigo Mesa de destitución y trece años de inhabilidad fue cambiada en segunda instancia por cinco meses de suspensión e inhabilidad por el mismo tiempo.
La Procuraduría descubrió súbitamente que los hechos no eran tan graves como lo creía para la fecha del sonado comunicado y que el documento alterado en la hoja de vida del diputado no era responsabilidad suya sino -tal vez- de unos subalternos que quizás decidieron delinquir para favorecerlo a sus espaldas. (Ver Fallo de segunda instancia)
La decisión de segunda instancia fue tomada 14 días después de que el Procurador Alejandro Ordóñez fuera reelegido con 80 votos, entre ellos el del senador Luis Fernando Duque.
La buena noticia es que el mundo no se acabó el 21 de Diciembre de 2012 y que aquí seguimos dando lora. La mala, es que Bogotá con sus basuras esparcidas por las aceras, en descomposición y maloliente se convirtió en un muladar de proporciones apocalípticas.
A las horas que escribo esta columna, (precisamente el viernes 21 de diciembre), la ciudad sigue consumiéndose en su propia basura y el alcalde Gustavo Petro continúa enredado en su propia retórica construida por él mismo de manera meticulosa, hasta el extremo de haberlo convertido en un alcalde incapaz de concertar con nada y con nadie. ¿A qué horas un hombre tan brillante y audaz como Gustavo Petro terminó enredando en su propia trampa?
Él mismo fue el que convirtió el tema de las basuras en un emblema de su gobierno y en una prueba para demostrar que la llegada al Palacio Liévano de un alcalde de izquierda “de verdad” significaba un cambio en el modelo de ciudad. Petro hablaba de una Bogotá más incluyente y en el caso especifico del sistema de basuras, hablaba de un sistema de recolección hecho pensando en el cuidado del medio ambiente que beneficiara no solo a los contratistas como sucedía antes, sino a los recicladores y a los usuarios que iban a ver sus tarifas de aseo reducidas.
Hasta ahí su retórica tenía un buen sustento. Y de hecho fuimos muchos quienes lo acompañamos cuando esbozó los primeros pincelazos de su nuevo sistema de recolección de basuras y se le vino encima toda esa jauría mediática que lo detesta porque no le perdona su pasado de guerrillero ni le gusta su forma displicente de gobernar ni de pensar. Y cuando lo señalaron de inepto, de que gobernaba sin planificación y de que era un alcalde más preocupado por su futuro político que por el bien de la ciudad, hubo quienes consideramos que lo mejor era no criticar antes de que él pudiera plasmar su política.
También estuvimos al lado de él cuando el presidente Santos, en una osada jugada política, le nombró como asesora presidencial para Bogotá a su contrincante Gina Parody y Petro salió a cuestionar ese nombramiento con el válido argumento de que eso iba en contra de la autonomía de la capital.
Es más, conociendo la seriedad de Gustavo Petro, siempre pensé que iba a acabar con todos los críticos que le sentenciaron su fracaso meses antes en el tema de las basuras, porque el 18 de diciembre como él había prometido, iba a tener listo el nuevo sistema de recolección.
Infortunadamente, me equivoqué. El alcalde Petro no tenía listo nada para el 18 de diciembre. Los compactadores de Estados Unidos que nos había prometido no llegaron. Y hoy Bogotá sigue convertida en un muladar. Los compactadores han sido reemplazados por volquetas que no dan abasto y en zonas del norte y sur de la cuidad hace por lo menos tres días no se recoge la basura.
En lugar de haberse atrincherado en las oficinas de la Empresa de Acueducto cuando se le anunció la intervención de la Superintendencia debió haber invertido ese tiempo invaluable en la concertación con los contratistas del aseo y con los recicladores. Y en lugar de insultar y maldecir a los operadores debió haberse sentado con ellos en la mesa a sabiendas de que había que replantear sus contratos a la luz de las nuevas prioridades sociales que él mismo había impuesto, antes de que se llegara la hora cero y la ciudad tuviera que enfrentarse a la tragedia de no tener ni el sistema de basuras antiguo, ni el nuevo. Petro no hizo la tarea y perdió el tiempo peleando con Raimundo y todo el mundo.
Pero, sobre todo, no debió habernos mentido a quienes creímos en él. Resulta un despropósito que haya salido el mismo 18 de diciembre a decir que “todos los objetivos prometidos se cumplieron”, mientras Bogotá se estaba asfixiando en medio de las basuras. O no sabíamos cuáles eran sus cálculos o de nuevo Gustavo Petro había terminado siendo preso de su retórica.
Ahora falta ver si es cierto que las negociaciones con los contratistas tienen variaciones y si incluyen nuevas condiciones que aseguren el mejor desempeño de su función, que contribuyan en una reducción de tarifas para los usuarios. Tampoco sabemos si en esa tarifa que se habría pactado queda incluida la parte que iría a remunerar los recicladores, quienes por primera vez serían recompensados por una función que han venido haciendo gratis.
Ojalá sepamos todo esto antes de que se acabe la nueva era Maya que recién se incia, y coja juicio Petro para que deje de condenarnos a los bogotanos a vivir en la incertidumbre por cuenta de su improvisación.
CODA: Feliz Navidad y buen comienzo de era, así nos toque hacer la celebración en medio de las basuras.
Esperé pacientemente a que Esther Balac de El Tiempo o algún escritor sobre sexo en SoHo reaccionaran ante la arremetida del senador Roberto Gerlein contra el sexo y no he visto una respuesta. Voy a intentar una. Aunque no creo que logre algo memorable, porque a quienes escribimos de política se nos va atrofiando ?el cerebro para hablar con gracia, o al menos con sentido, de otras cosas.
Dijo Gerlein en medio del debate sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo: “Miro con repulsión el catre compartido por dos varones (...) es un sexo sucio, asqueroso, merece repudio, es un sexo excremental”. Todas las criticas al Senador advirtieron el terrible sesgo homofóbico de esta frase. Pero nadie vio, o nadie quiso ver, que era, en realidad, una diatriba pura y llana contra el sexo.
¿Qué sexo no es excremental? Los labios, las manos, el impredecible pene, el inasible clítoris, los torpes dedos de los pies, se dirigen siempre, afanosamente, hacia los conductos o aberturas del cuerpo que algo expelen. A veces merodean, a veces se detienen un momento en la piel. Son las caricias morosas que preparan la invasión, que allanan el camino hacia el mundo oscuro, sucio y extrañamente delicioso del compañero o compañera de catre.
¡Las excresiones! Tantas, tan diversas, tan saladas todas, tan repulsivas, tan vergonzosas cuando no están alimentando el sexo, cuando se las mira, o se las huele, o se las toca, por fuera de la batalla íntima. En el trance erótico todo huele, todo sabe, todo se siente distinto. Es esa la magia del sexo. Ha sido así siempre. No puedo imaginar el tipo de sexo que ha practicado Gerlein. No puedo saber cómo ha escapado a las esencias que expelen las endemoniadas glándulas que tachonan nuestro cuerpo.
No obstante, las diferencias entre épocas y culturas asombran tanto como deleitan. De la vieja Roma y de la antigua Grecia se sabe que en algún momento el encuentro amoroso entre los hombres era el más exaltado. Las mujeres relegadas del arte, de la filosofía y de la guerra no eran amantes preferidas por los hombres del poder y de la cultura. Marguerite Yourcenar cuenta esa historia fascinante entre el emperador Adriano y esa luz de placer que es Antinoo. La subordinación y la marginalidad de la mujer no tuvo grandes variaciones luego, pero en occidente la Iglesia Cristiana impuso la heterosexualidad como valor inamovible y la reproducción como el fin inapelable del sexo.
Vivimos tiempos de fortuna. En los lejanos años sesenta del siglo pasado una revolución liberó el placer, le dio carta blanca al deseo, le arrebató el sexo al demonio, desterró el halo pecaminoso que asediaba al erotismo. La cosecha de aquella rebelión cultural es vasta. De allí vienen los feminismos tan diversos como fecundos. La reivindicación de las lesbianas, los gays, los transexuales, los travestis y los intersexuales. La lista seguirá creciendo a medida que exploramos más y más el cuerpo.
No es desdeñable el aporte de la liberación sexual al mejor gobierno y al bienestar de las sociedades. Tengo un viejo recuerdo de una película argentina: El Lado Oscuro del Corazón, si la memoria no me engaña. En algún aparte uno de los personajes le atribuye la barbarie de la dictadura a la insatisfacción sexual de los gobernantes. “¡Son militares mal cogidos!”, dice. Me temo que muchas de nuestras desgracias tienen su origen en presidentes, parlamentarios, militares, empresarios, guerrilleros, paramilitares y, desde luego, columnistas ¡Mal cogidos!
Esto, obviamente, no se lo inventaron los argentinos. Fue el señor Sigmund Freud quien dio con la certeza de que las represiones sexuales eran una fuente inagotable de trastornos emocionales y de locuras sin cuento. Marcó el siglo XX como nadie. El viejo cascarrabias estableció una relación determinante entre pulsiones sexuales negadas y acciones autodestructivas o simplemente delirantes.
Una nota final para Gerlein. Muchos de sus colegas parlamentarios debieron mirarlo de soslayo cuando vituperó el sexo anal. Ya porque no pueden evitar su homosexualidad o porque siendo inveterados heterosexuales disfrutan con su pareja ese costado insoslayable del sexo.
El Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas le agradeció al Senado la aprobación, aunque con escaso quórum, de su reforma tributaria. Escribo esta nota cuando eso acaba de suceder, de modo que no se conocen todavía los micos reclamados a cambio por los congresistas y es difícil opinar sobre muchos detalles de la reforma. Pero sí es posible hacerlo sobre sus propósitos, anunciados con insistencia por el presidente Juan Manuel Santos y su ministro: la equidad y la creación de empleo, y la búsqueda de que “la tributación tenga un carácter progresivo”.
No es así. Y ellos, que no son tontos ni ingenuos, saben que no es así.
¿Una reforma progresiva? Todas las reformas tributarias que se hacen en Colombia (y cada ministro de Hacienda hace por lo menos una) son regresivas. Lo reconoce Cárdenas en cuanto a las de sus predecesores cuando dice que “Hoy nuestros impuestos no contribuyen a reducir la desigualdad, sino que más bien la perpetúan”. Y eso es exactamente lo que harán los suyos en opinión de todos los expertos (a varios los cité en mi columna de finales de octubre, ‘Moscas por el rabo’). Escribió el ministro en El Tiempo hace unos días: “La reforma busca reducir los impuestos sobre el empleo y sustituirlos por impuestos a las utilidades de las empresas”. Se refería a la supresión, que se hizo, de los parafiscales, y al reequilibrador aumento simultáneo de la llamada Contribución para la Equidad, Cree, que no se hizo más que a medias. Porque en su intervención ante los parlamentarios él mismo echó para atrás el anunciado gravamen a los dividendos argumentando: “No hay que exagerar las cargas al capital”. Sería inequitativo.
Con lo cual aparece la ya mencionada ‘equidad’ anunciada por el ministro. Pero la equidad es cosa que puede definirse de varios modos. Es célebre la dicotomía entre el “a cada cual según sus capacidades” y el “a cada cual según sus necesidades”. A algunos les parece inequitativo que paguen más impuestos los más ricos, solo por serlo (aunque ahí está justamente la médula de lo que se llama en todas partes tributación progresiva). A otros, en cambio, les parece inequitativo el mero hecho de que los ricos sean más ricos que los pobres (y menos numerosos). O el de que, como suele suceder, paguen menos. El gobierno explica que si los ricos pagan poco, mediante la evasión, es porque se les cobra demasiado; y que si se les cobra menos pagarán voluntariamente más: de ahí, por ejemplo, el recorte de dos tercios en los impuestos a las herencias. ¿De verdad cree eso la gente del gobierno? ¿No conocen a los ricos? O, pues para el caso daría igual, a los pobres, o a las clases medias. ¿No conocen a los seres humanos? A los seres humanos no les gusta pagar impuestos.
Lo mismo pasa con la prometida creación de empleo. También aseguraron hace diez años, cuando la reforma laboral del primer gobierno de Uribe, que el abaratamiento de los costos laborales por la eliminación del pago a las horas extras y nocturnas generaría 160.000 empleos al año. ¿Los han visto ustedes en alguna parte? Como dije aquí mismo en octubre, el empleo solo se crea cuando se necesita. Los empresarios no gastan lo que ahorran por la supresión de los parafiscales en contratar personal que sus empresas no precisan, sino que lo atesoran o lo sacan del país. Lo que crea empleo es que haya consumo, y en consecuencia sea necesario aumentar la producción. (Que este círculo a la vez vicioso y virtuoso esté acabando con el planeta es otra historia).
Todo esto lo saben perfectamente el presidente y su ministro de Hacienda, porque no son ni tontos, ni ignorantes. Lo que pasa es que son neoliberales. Y entonces están desgarrados entre sus convicciones ideológicas y su necesidad de respaldo político.
Saben que lo que de verdad buscan es el aumento de la inequidad y del desempleo: la concentración de la riqueza y el crecimiento del ‘ejército de reserva’ de trabajadores desocupados (solo se necesita, como se ha hecho, aumentar los cupos de policías y soldados, celadores y guardianes, guardaespaldas y escoltas que cuidan la riqueza concentrada del galopante desempleo). Saben que lo que quieren es eso, pero no lo pueden proclamar abiertamente. Y eso los lleva a decir mentiras: progresividad, equidad, creación de empleo. Suena mejor. Y a lo mejor la gente se lo cree.
Lo dijo el ministro Cárdenas, ingenua o descaradamente, en una entrevista publicada en El Nuevo Siglo en vísperas del voto de la reforma:
-Queremos generar confianza con el nombre de Cree (Contribución para la Equidad: el nombre del impuesto que sustituye los parafiscales eliminados). Por eso le pusimos así, para que nos crean que esta es una reforma positiva.
Yo, por lo menos, no les creo.
Tuve la esperanza de que el mundo se acabara el pasado viernes porque no quería escribir esta columna, mi columna sobre el personaje del año: tenía tantos candidatos, y era tan difícil la decisión, que prefería que la profecía maya se cumpliera. Soñaba con bolas de fuego que destrozaran el edificio de Colpatria y la pirámide de la Gobernación de Cundinamarca; con torrentes de agua que irrumpieran en la Avenida Boyacá, volcaran camionetas Renault 12 y dejaran los merengones desperdigados por la corriente.
Y soñaba también con salvar en un Arca a una pareja que tuviera la misión de repoblar a Colombia, aunque no sabía por cuál definirme: ¿Viviane y Lucio? ¿Gaviria y Ana Milena? ¿Samuel Moreno papá y alias la Nena, que saben cómo criar una descendencia honesta?
Había signos del apocalipsis por todas partes: Bogotá se llenó de basuras, en especial en el Congreso; Ricardo Montaner se volvió colombiano. Y Millonarios ganó el torneo: era obvio que Uribe apoyara al equipo de su tierra.
Recuerdo la celebración de los jugadores azules, exultantes bajo los cañonazos de confeti. Repentinamente se trepó a la tarima una mujer de sonrisa sobreactuada que a codazo limpio empujó al arquero, desplazó al técnico, consiguió lugar en la primera fila para salir en la foto y le dedicó el título a Juan, a Pedro, a María, a Laura. Nunca pude ver de quién se trataba. Ni siquiera cuando, en medio del caos, un jugador decidió alzar dos copas, la de la liga y la del brasier de la dama en cuestión, en un manoseo solo visto en los articulados del TransMilenio. En fin. Son forcejeos normales, cosas del fútbol. A lo mejor el muchacho solo quería demostrar que, como buen mediocampista, sabe tocarla.
Pero, a pesar de los indicios, el mundo no se acabó: ya sabía yo que de eso tan bueno no daban tanto. Y no tuve más remedio que enfrentarme a mi columna sobre el personaje de este difícil 2012 en que sufrimos la pérdida sensible de una porción de mar territorial y la no menos sensible del testículo de Naren Daryanani, que ahora nos cuida desde el cielo, como una berenjena alada.
No sabía a quién elegir. Sabía, sí, que tenía que ser conservador, porque este fue el año de los dinosaurios azules. Pero no era fácil decidirse por uno solo: ¿por el senador Espíndola, que equiparó el matrimonio entre sexos iguales con las relaciones zoofílicas, cuando relaciones zoofílicas, en realidad, son las que se dan entre un ser humano y el senador Espíndola? ¿Por el concejal Marco Fidel Ramírez, que busca con sospechosa obsesión homosexuales en la nómina del Distrito? ¿O por el líder natural de todos, monseñor Alejandro Ordóñez?
Algunos dirán que el doctor Ordóñez es un fundamentalista religioso que, en el nombre de la fe, es capaz de amarrarse bombas en las calzonarias, secuestrar una avioneta en Guaimaral y estrellarla contra la sede de la revista SoHo. Pero exageran: la verdad es que, este año, el procurador dejó ver un lado mundano muy bonito, muy terrenal, y se dedicó a repartir puestos como hostias. Además, tuvo el gesto generoso de compartir su moral con todos nosotros, y el más noble aún de tratar de imponerla.
Y en buen momento lo hizo. Antes de que su luz me iluminara, yo tenía una manera muy mía de vivir la fe, hagan de cuenta como el padre Llano (Dios mediante el padre Llano entre en razón y reconozca la virginidad de María, y María reconozca, de paso, la del padre Llano: Dios mediante no peleen más). Mi caso era dramático: apoyaba el aborto, apoyaba la eutanasia. Incluso era partidario del matrimonio entre curas.
Pero Ordóñez me rescató del desmadre moral, y por eso quise honrarlo con el título de ‘hombre del año’.
Sin embargo, cuando ya lo había decidido, recordé al senador Gerlein, que también hizo grandes aportes para merecer la distinción, y entré en un conflicto.
Conciliador, como soy, opté por no humillar al doctor Ordóñez retirándole el honor, sino nombrar al senador Gerlein en una novedosa variación: nombrándolo como ‘Personaje del ano’.
Es un homenaje al hombre de las declaraciones excrementales y la gestión inane; al congresista que se ha subido el pantalón a razón de un centímetro por cada año como senador, con lo cual lleva más de 43 centímetros en una suerte de autoñonguis lento, pero no por eso menos admirable. Del doctor Gerlein se podrá decir lo que sea, menos que no es un gran promotor de nuestra democracia al punto de que, según algunos atrevidos, ha logrado que en la Costa vote todo el mundo: hasta los muertos. Antes de que el actual gobierno regalara casas, muchos líderes costeños, como él, ya lo hacían, aunque por cuotas y en el día de las elecciones: unas tejas, un bulto de cemento. Pero el verdadero mérito de Gerlein es que, luego de sus clases sobre las “vaginas del Congreso”, este año dictó cátedra de catres, en una cruzada fundamental para purificar la sociedad: porque, como hombre del ano, el doctor Gerlein es un hombre recto.
Le entregaré la estatuilla en evento con confeti. Y si alguien del público (Juan, Pedro, María) osa esculcar de nuevo a la dama que suele treparse en las tarimas para salir en la foto, lo condenaré a que limpie la basura del Congreso. Toda, menos al doctor Gerlein.
Semana / elciberecovirtual.blogspot.com
La declaración se dio en medio de la discusión de un proyecto llamado “Antioquia la más educada”. Allí el diputado Mesa agregó “Si no hemos sido capaz (sic) de organizar la casa. Cuando uno va a hacer una fiesta en su casa lo primero que hace es organizar su casa para que los invitados encuentren una casa organizada, pero si van a encontrar los pañales cagados y sucios por todas partes, van a salir a criticar”.
Gracias al trabajo de Teleantioquia Noticias, las afirmaciones del señor Mesa fueron difundidas y los periodistas profundizaron en la identidad de la nueva estrella de la política.
Lo primero que se supo es que su carrera había empezado bajo el alero del seis veces alcalde de Envigado, Jorge Mesa, conocido por su cercanía con Pablo Escobar. También que su actual padrino es el senador liberal Luis Fernando Duque, el mismo que el mes pasado estuvo en la comisión que estudió y resolvió velozmente los impedimentos de 36 senadores para que pudieran votar la reelección del Procurador Ordóñez.
La hoja de vida del diputado Rodrigo Mesa en la web de la Asamblea, aseguraba que era bachiller del Colegio Ferrini y periodista con estudios de Derecho del Trabajo en la Universidad Pontificia Bolivariana. La UPB pronto respondió que el señor Mesa no figuraba en sus listados de egresados, jamás había estudiado en esa universidad.
Cuando revisaron los documentos presentados por el diputado y en los cuales se basó la asamblea encontraron que la hoja de vida base había sido alterada. El recién plantado documento aseguraba que era bachiller del Colegio San Marco (ya no del Ferrini), que había cursado algunos estudios de periodismo (sin precisar la universidad) y que tenía tarjeta profesional. Lo curioso es que la tarjeta profesional de periodista desapareció en Colombia hace 14 años.
Finalmente el diputado reconoció que su trayectoria laboral y académica estaba constituida únicamente por su paso de 20 años por la Asamblea Departamental, 6 en el concejo municipal de Envigado y que sus estudios sólo habían llegado hasta cuarto de bachillerato o noveno grado como se dice ahora.
Con las evidencias a la vista, la Procuraduría actuó con diligencia y decidió en primera instancia destituirlo e inhabilitarlo por trece años para el ejercicio de funciones públicas.
Con los hechos aún frescos en la memoria de muchos colombianos, el ministerio público profirió un celebrado fallo de primera instancia que el comunicado atribuía a la “Procuraduría General de la Nación”.
Allí reprochaba tanto las afirmaciones discriminatorias del diputado, como el registro de información falsa en su currículum y agregaba que “que el formato de hoja de vida del disciplinado fue alterado en su primer folio en un lapso de un mes, afectando el normal desarrollo de la investigación”. Lo cual constituye una forma de obstrucción a la justicia sancionable tanto disciplinaria como penalmente. (Ver Fallo primera instancia)
Con esa idea se había quedado el país. Sin embargo recién empezaban a sonar los villancicos cuando de manera -menos ruidosa- la Procuraduría modificó drásticamente su decisión.
La sanción a Rodrigo Mesa de destitución y trece años de inhabilidad fue cambiada en segunda instancia por cinco meses de suspensión e inhabilidad por el mismo tiempo.
La Procuraduría descubrió súbitamente que los hechos no eran tan graves como lo creía para la fecha del sonado comunicado y que el documento alterado en la hoja de vida del diputado no era responsabilidad suya sino -tal vez- de unos subalternos que quizás decidieron delinquir para favorecerlo a sus espaldas. (Ver Fallo de segunda instancia)
La decisión de segunda instancia fue tomada 14 días después de que el Procurador Alejandro Ordóñez fuera reelegido con 80 votos, entre ellos el del senador Luis Fernando Duque.
El apocalipsis de Petro
Por María Jimena Duzán
OPINIÓN Resulta un despropósito que petro haya salido el 18 de diciembre a decir que “todos los objetivos prometidos se cumplieron”, mientras Bogotá se estaba asfixiando en medio de las basuras.
A las horas que escribo esta columna, (precisamente el viernes 21 de diciembre), la ciudad sigue consumiéndose en su propia basura y el alcalde Gustavo Petro continúa enredado en su propia retórica construida por él mismo de manera meticulosa, hasta el extremo de haberlo convertido en un alcalde incapaz de concertar con nada y con nadie. ¿A qué horas un hombre tan brillante y audaz como Gustavo Petro terminó enredando en su propia trampa?
Él mismo fue el que convirtió el tema de las basuras en un emblema de su gobierno y en una prueba para demostrar que la llegada al Palacio Liévano de un alcalde de izquierda “de verdad” significaba un cambio en el modelo de ciudad. Petro hablaba de una Bogotá más incluyente y en el caso especifico del sistema de basuras, hablaba de un sistema de recolección hecho pensando en el cuidado del medio ambiente que beneficiara no solo a los contratistas como sucedía antes, sino a los recicladores y a los usuarios que iban a ver sus tarifas de aseo reducidas.
Hasta ahí su retórica tenía un buen sustento. Y de hecho fuimos muchos quienes lo acompañamos cuando esbozó los primeros pincelazos de su nuevo sistema de recolección de basuras y se le vino encima toda esa jauría mediática que lo detesta porque no le perdona su pasado de guerrillero ni le gusta su forma displicente de gobernar ni de pensar. Y cuando lo señalaron de inepto, de que gobernaba sin planificación y de que era un alcalde más preocupado por su futuro político que por el bien de la ciudad, hubo quienes consideramos que lo mejor era no criticar antes de que él pudiera plasmar su política.
También estuvimos al lado de él cuando el presidente Santos, en una osada jugada política, le nombró como asesora presidencial para Bogotá a su contrincante Gina Parody y Petro salió a cuestionar ese nombramiento con el válido argumento de que eso iba en contra de la autonomía de la capital.
Es más, conociendo la seriedad de Gustavo Petro, siempre pensé que iba a acabar con todos los críticos que le sentenciaron su fracaso meses antes en el tema de las basuras, porque el 18 de diciembre como él había prometido, iba a tener listo el nuevo sistema de recolección.
Infortunadamente, me equivoqué. El alcalde Petro no tenía listo nada para el 18 de diciembre. Los compactadores de Estados Unidos que nos había prometido no llegaron. Y hoy Bogotá sigue convertida en un muladar. Los compactadores han sido reemplazados por volquetas que no dan abasto y en zonas del norte y sur de la cuidad hace por lo menos tres días no se recoge la basura.
En lugar de haberse atrincherado en las oficinas de la Empresa de Acueducto cuando se le anunció la intervención de la Superintendencia debió haber invertido ese tiempo invaluable en la concertación con los contratistas del aseo y con los recicladores. Y en lugar de insultar y maldecir a los operadores debió haberse sentado con ellos en la mesa a sabiendas de que había que replantear sus contratos a la luz de las nuevas prioridades sociales que él mismo había impuesto, antes de que se llegara la hora cero y la ciudad tuviera que enfrentarse a la tragedia de no tener ni el sistema de basuras antiguo, ni el nuevo. Petro no hizo la tarea y perdió el tiempo peleando con Raimundo y todo el mundo.
Pero, sobre todo, no debió habernos mentido a quienes creímos en él. Resulta un despropósito que haya salido el mismo 18 de diciembre a decir que “todos los objetivos prometidos se cumplieron”, mientras Bogotá se estaba asfixiando en medio de las basuras. O no sabíamos cuáles eran sus cálculos o de nuevo Gustavo Petro había terminado siendo preso de su retórica.
Ahora falta ver si es cierto que las negociaciones con los contratistas tienen variaciones y si incluyen nuevas condiciones que aseguren el mejor desempeño de su función, que contribuyan en una reducción de tarifas para los usuarios. Tampoco sabemos si en esa tarifa que se habría pactado queda incluida la parte que iría a remunerar los recicladores, quienes por primera vez serían recompensados por una función que han venido haciendo gratis.
Ojalá sepamos todo esto antes de que se acabe la nueva era Maya que recién se incia, y coja juicio Petro para que deje de condenarnos a los bogotanos a vivir en la incertidumbre por cuenta de su improvisación.
CODA: Feliz Navidad y buen comienzo de era, así nos toque hacer la celebración en medio de las basuras.
Todo el sexo es excremental
Por León Valencia
OPINIÓN Me temo que muchas de nuestras desgracias tienen su origen en presidentes, parlamentarios, militares, empresarios, guerrilleros, paramilitares y, desde luego, columnistas ¡Mal cogidos!
Dijo Gerlein en medio del debate sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo: “Miro con repulsión el catre compartido por dos varones (...) es un sexo sucio, asqueroso, merece repudio, es un sexo excremental”. Todas las criticas al Senador advirtieron el terrible sesgo homofóbico de esta frase. Pero nadie vio, o nadie quiso ver, que era, en realidad, una diatriba pura y llana contra el sexo.
¿Qué sexo no es excremental? Los labios, las manos, el impredecible pene, el inasible clítoris, los torpes dedos de los pies, se dirigen siempre, afanosamente, hacia los conductos o aberturas del cuerpo que algo expelen. A veces merodean, a veces se detienen un momento en la piel. Son las caricias morosas que preparan la invasión, que allanan el camino hacia el mundo oscuro, sucio y extrañamente delicioso del compañero o compañera de catre.
¡Las excresiones! Tantas, tan diversas, tan saladas todas, tan repulsivas, tan vergonzosas cuando no están alimentando el sexo, cuando se las mira, o se las huele, o se las toca, por fuera de la batalla íntima. En el trance erótico todo huele, todo sabe, todo se siente distinto. Es esa la magia del sexo. Ha sido así siempre. No puedo imaginar el tipo de sexo que ha practicado Gerlein. No puedo saber cómo ha escapado a las esencias que expelen las endemoniadas glándulas que tachonan nuestro cuerpo.
No obstante, las diferencias entre épocas y culturas asombran tanto como deleitan. De la vieja Roma y de la antigua Grecia se sabe que en algún momento el encuentro amoroso entre los hombres era el más exaltado. Las mujeres relegadas del arte, de la filosofía y de la guerra no eran amantes preferidas por los hombres del poder y de la cultura. Marguerite Yourcenar cuenta esa historia fascinante entre el emperador Adriano y esa luz de placer que es Antinoo. La subordinación y la marginalidad de la mujer no tuvo grandes variaciones luego, pero en occidente la Iglesia Cristiana impuso la heterosexualidad como valor inamovible y la reproducción como el fin inapelable del sexo.
Vivimos tiempos de fortuna. En los lejanos años sesenta del siglo pasado una revolución liberó el placer, le dio carta blanca al deseo, le arrebató el sexo al demonio, desterró el halo pecaminoso que asediaba al erotismo. La cosecha de aquella rebelión cultural es vasta. De allí vienen los feminismos tan diversos como fecundos. La reivindicación de las lesbianas, los gays, los transexuales, los travestis y los intersexuales. La lista seguirá creciendo a medida que exploramos más y más el cuerpo.
No es desdeñable el aporte de la liberación sexual al mejor gobierno y al bienestar de las sociedades. Tengo un viejo recuerdo de una película argentina: El Lado Oscuro del Corazón, si la memoria no me engaña. En algún aparte uno de los personajes le atribuye la barbarie de la dictadura a la insatisfacción sexual de los gobernantes. “¡Son militares mal cogidos!”, dice. Me temo que muchas de nuestras desgracias tienen su origen en presidentes, parlamentarios, militares, empresarios, guerrilleros, paramilitares y, desde luego, columnistas ¡Mal cogidos!
Esto, obviamente, no se lo inventaron los argentinos. Fue el señor Sigmund Freud quien dio con la certeza de que las represiones sexuales eran una fuente inagotable de trastornos emocionales y de locuras sin cuento. Marcó el siglo XX como nadie. El viejo cascarrabias estableció una relación determinante entre pulsiones sexuales negadas y acciones autodestructivas o simplemente delirantes.
Una nota final para Gerlein. Muchos de sus colegas parlamentarios debieron mirarlo de soslayo cuando vituperó el sexo anal. Ya porque no pueden evitar su homosexualidad o porque siendo inveterados heterosexuales disfrutan con su pareja ese costado insoslayable del sexo.
Creer lo que no vemos
Por Antonio Caballero
OPINIÓN Los empresarios no gastan lo que ahorran por la supresión de los parafiscales en contratar personal que no precisan, sino que lo atesoran o lo sacan del país.
No es así. Y ellos, que no son tontos ni ingenuos, saben que no es así.
¿Una reforma progresiva? Todas las reformas tributarias que se hacen en Colombia (y cada ministro de Hacienda hace por lo menos una) son regresivas. Lo reconoce Cárdenas en cuanto a las de sus predecesores cuando dice que “Hoy nuestros impuestos no contribuyen a reducir la desigualdad, sino que más bien la perpetúan”. Y eso es exactamente lo que harán los suyos en opinión de todos los expertos (a varios los cité en mi columna de finales de octubre, ‘Moscas por el rabo’). Escribió el ministro en El Tiempo hace unos días: “La reforma busca reducir los impuestos sobre el empleo y sustituirlos por impuestos a las utilidades de las empresas”. Se refería a la supresión, que se hizo, de los parafiscales, y al reequilibrador aumento simultáneo de la llamada Contribución para la Equidad, Cree, que no se hizo más que a medias. Porque en su intervención ante los parlamentarios él mismo echó para atrás el anunciado gravamen a los dividendos argumentando: “No hay que exagerar las cargas al capital”. Sería inequitativo.
Con lo cual aparece la ya mencionada ‘equidad’ anunciada por el ministro. Pero la equidad es cosa que puede definirse de varios modos. Es célebre la dicotomía entre el “a cada cual según sus capacidades” y el “a cada cual según sus necesidades”. A algunos les parece inequitativo que paguen más impuestos los más ricos, solo por serlo (aunque ahí está justamente la médula de lo que se llama en todas partes tributación progresiva). A otros, en cambio, les parece inequitativo el mero hecho de que los ricos sean más ricos que los pobres (y menos numerosos). O el de que, como suele suceder, paguen menos. El gobierno explica que si los ricos pagan poco, mediante la evasión, es porque se les cobra demasiado; y que si se les cobra menos pagarán voluntariamente más: de ahí, por ejemplo, el recorte de dos tercios en los impuestos a las herencias. ¿De verdad cree eso la gente del gobierno? ¿No conocen a los ricos? O, pues para el caso daría igual, a los pobres, o a las clases medias. ¿No conocen a los seres humanos? A los seres humanos no les gusta pagar impuestos.
Lo mismo pasa con la prometida creación de empleo. También aseguraron hace diez años, cuando la reforma laboral del primer gobierno de Uribe, que el abaratamiento de los costos laborales por la eliminación del pago a las horas extras y nocturnas generaría 160.000 empleos al año. ¿Los han visto ustedes en alguna parte? Como dije aquí mismo en octubre, el empleo solo se crea cuando se necesita. Los empresarios no gastan lo que ahorran por la supresión de los parafiscales en contratar personal que sus empresas no precisan, sino que lo atesoran o lo sacan del país. Lo que crea empleo es que haya consumo, y en consecuencia sea necesario aumentar la producción. (Que este círculo a la vez vicioso y virtuoso esté acabando con el planeta es otra historia).
Todo esto lo saben perfectamente el presidente y su ministro de Hacienda, porque no son ni tontos, ni ignorantes. Lo que pasa es que son neoliberales. Y entonces están desgarrados entre sus convicciones ideológicas y su necesidad de respaldo político.
Saben que lo que de verdad buscan es el aumento de la inequidad y del desempleo: la concentración de la riqueza y el crecimiento del ‘ejército de reserva’ de trabajadores desocupados (solo se necesita, como se ha hecho, aumentar los cupos de policías y soldados, celadores y guardianes, guardaespaldas y escoltas que cuidan la riqueza concentrada del galopante desempleo). Saben que lo que quieren es eso, pero no lo pueden proclamar abiertamente. Y eso los lleva a decir mentiras: progresividad, equidad, creación de empleo. Suena mejor. Y a lo mejor la gente se lo cree.
Lo dijo el ministro Cárdenas, ingenua o descaradamente, en una entrevista publicada en El Nuevo Siglo en vísperas del voto de la reforma:
-Queremos generar confianza con el nombre de Cree (Contribución para la Equidad: el nombre del impuesto que sustituye los parafiscales eliminados). Por eso le pusimos así, para que nos crean que esta es una reforma positiva.
Yo, por lo menos, no les creo.
Roberto Gerlein: el personaje del ano
Por Daniel Samper Ospina
OPINIÓN Como todo hombre del ano, el doctor Gerlein es un hombre recto.
Y soñaba también con salvar en un Arca a una pareja que tuviera la misión de repoblar a Colombia, aunque no sabía por cuál definirme: ¿Viviane y Lucio? ¿Gaviria y Ana Milena? ¿Samuel Moreno papá y alias la Nena, que saben cómo criar una descendencia honesta?
Había signos del apocalipsis por todas partes: Bogotá se llenó de basuras, en especial en el Congreso; Ricardo Montaner se volvió colombiano. Y Millonarios ganó el torneo: era obvio que Uribe apoyara al equipo de su tierra.
Recuerdo la celebración de los jugadores azules, exultantes bajo los cañonazos de confeti. Repentinamente se trepó a la tarima una mujer de sonrisa sobreactuada que a codazo limpio empujó al arquero, desplazó al técnico, consiguió lugar en la primera fila para salir en la foto y le dedicó el título a Juan, a Pedro, a María, a Laura. Nunca pude ver de quién se trataba. Ni siquiera cuando, en medio del caos, un jugador decidió alzar dos copas, la de la liga y la del brasier de la dama en cuestión, en un manoseo solo visto en los articulados del TransMilenio. En fin. Son forcejeos normales, cosas del fútbol. A lo mejor el muchacho solo quería demostrar que, como buen mediocampista, sabe tocarla.
Pero, a pesar de los indicios, el mundo no se acabó: ya sabía yo que de eso tan bueno no daban tanto. Y no tuve más remedio que enfrentarme a mi columna sobre el personaje de este difícil 2012 en que sufrimos la pérdida sensible de una porción de mar territorial y la no menos sensible del testículo de Naren Daryanani, que ahora nos cuida desde el cielo, como una berenjena alada.
No sabía a quién elegir. Sabía, sí, que tenía que ser conservador, porque este fue el año de los dinosaurios azules. Pero no era fácil decidirse por uno solo: ¿por el senador Espíndola, que equiparó el matrimonio entre sexos iguales con las relaciones zoofílicas, cuando relaciones zoofílicas, en realidad, son las que se dan entre un ser humano y el senador Espíndola? ¿Por el concejal Marco Fidel Ramírez, que busca con sospechosa obsesión homosexuales en la nómina del Distrito? ¿O por el líder natural de todos, monseñor Alejandro Ordóñez?
Algunos dirán que el doctor Ordóñez es un fundamentalista religioso que, en el nombre de la fe, es capaz de amarrarse bombas en las calzonarias, secuestrar una avioneta en Guaimaral y estrellarla contra la sede de la revista SoHo. Pero exageran: la verdad es que, este año, el procurador dejó ver un lado mundano muy bonito, muy terrenal, y se dedicó a repartir puestos como hostias. Además, tuvo el gesto generoso de compartir su moral con todos nosotros, y el más noble aún de tratar de imponerla.
Y en buen momento lo hizo. Antes de que su luz me iluminara, yo tenía una manera muy mía de vivir la fe, hagan de cuenta como el padre Llano (Dios mediante el padre Llano entre en razón y reconozca la virginidad de María, y María reconozca, de paso, la del padre Llano: Dios mediante no peleen más). Mi caso era dramático: apoyaba el aborto, apoyaba la eutanasia. Incluso era partidario del matrimonio entre curas.
Pero Ordóñez me rescató del desmadre moral, y por eso quise honrarlo con el título de ‘hombre del año’.
Sin embargo, cuando ya lo había decidido, recordé al senador Gerlein, que también hizo grandes aportes para merecer la distinción, y entré en un conflicto.
Conciliador, como soy, opté por no humillar al doctor Ordóñez retirándole el honor, sino nombrar al senador Gerlein en una novedosa variación: nombrándolo como ‘Personaje del ano’.
Es un homenaje al hombre de las declaraciones excrementales y la gestión inane; al congresista que se ha subido el pantalón a razón de un centímetro por cada año como senador, con lo cual lleva más de 43 centímetros en una suerte de autoñonguis lento, pero no por eso menos admirable. Del doctor Gerlein se podrá decir lo que sea, menos que no es un gran promotor de nuestra democracia al punto de que, según algunos atrevidos, ha logrado que en la Costa vote todo el mundo: hasta los muertos. Antes de que el actual gobierno regalara casas, muchos líderes costeños, como él, ya lo hacían, aunque por cuotas y en el día de las elecciones: unas tejas, un bulto de cemento. Pero el verdadero mérito de Gerlein es que, luego de sus clases sobre las “vaginas del Congreso”, este año dictó cátedra de catres, en una cruzada fundamental para purificar la sociedad: porque, como hombre del ano, el doctor Gerlein es un hombre recto.
Le entregaré la estatuilla en evento con confeti. Y si alguien del público (Juan, Pedro, María) osa esculcar de nuevo a la dama que suele treparse en las tarimas para salir en la foto, lo condenaré a que limpie la basura del Congreso. Toda, menos al doctor Gerlein.
Semana / elciberecovirtual.blogspot.com
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