Operación retorno
Columnicta de "El tiempo"
Operación retorno
Por: EDUARDO ESCOBAR |
Eduardo Escobar
Es hora de pensar en otras cosas. Si revocarán el mandato de
Petro. Si alguien será tan guapo para revocar el Congreso. Si Chávez volverá a
Caracas...
A estas horas, los que pudieron darse el lujo de tomar unas vacaciones, un
montón de animales cansados, han comenzado el reconocimiento de sus espacios de
rutina.
El aire sosegado de sus apartamentos en colmena o de sus casas de
conjunto, los viejos cajones del tocador donde una vieja cuenta que se olvidó
pagar en los apuros del éxodo espera en el espejo que devuelve la figura de una
mujer un poco pasada de colesteroles, pero dorada con sabiduría bajo el sol lobo
de un hotel campestre, o la imagen de un hombre de edad media con el eructo
recalcitrante propio de sus resacas, convertido en una masa de carne asada
mientras jura que jamás volverá a pegarse una borrachera de ginebra para
quedarse dormido como una marmota en esa playa, y mientras sus niños, con los
ojos enrojecidos por los yodos de las ensenadas o los cloros de las piscinas
públicas, se echan en cualquier parte heridos por las tareas de la felicidad
apasada.
Poco a poco, vuelven a instalar sus almas de siempre en sus jaulas de
siempre.
Los padres temen. Quizás dejaron una porción de más de su sangre en la
tarea de apariencia liberadora; quizás recurrieron más allá de lo debido a la
sensatez a las bocas diminutas de los cajeros automáticos, donde la rapacidad se
disfraza de generosidad.
Y los hijos temen recomenzar las preocupaciones de las
escuelas en el empeño tenebroso de parecerse a sus progenitores que apenas se
hablan ahora, porque también tienen miedo de volver demasiado abruptamente a las
fatigas que los distinguen.
Esa mujer en la cocina no sabe qué hacer con la bolsa de nísperos marchitos
que compraron en la carretera. Ese hombre mira con asco el montón de maletas
repletas de ropa usada, sucia, imitación pastosa del caos. Esa niña llama a su
mejor amiga. Ese niño se rasca las piernas ulceradas por los espinos de unas
dunas.
Me he preguntado muchas veces por qué las personas como los cangrejos y las
tortugas sienten esa necesidad imperiosa de descender a las tierras bajas en
fechas marcadas.
Aunque deban someterse a la tortura de las autopistas donde
vuelven a tropezar con los vecinos de quienes parecen huir, aunque deban echarse
en las cunetas para que las tractomulas no las conviertan en carne de
hamburguesa, y a los aeropuertos con sus salas de espera, sus demoras, sus
requisas.
Tal vez el ritual de la inmigración obedece a pulsiones antiguas, a
impulsos arcaicos, que se revisten de justificaciones razonables: que es preciso
rebajar el estrés para mantener saludable el corazón, que es bueno viajar con la
familia para apretar los lazos, y que incluso lo merecemos.
Pero es imposible juzgar.
De cualquier manera, las personas, incluidos los
niños y las niñas y las señoras doradas aunque con un pliegue de sobra en una
curva y los hombres que eructan en el espejo del tocador mientras se echan
calamina o leche de magnesia en las llagas, hacen cosas mucho peores que correr
detrás de la felicidad ilusoria de las vacaciones, para descubrir al volver que
solo dejaron botado un maletín azul en un hotelito campestre, un maletín azul de
lona que todos vieron detrás de una nevera y que nadie fue capaz de recoger,
donde estaba el coco, donde estaban las cachuchas con emblemas deportivos, y la
linterna de mano, en fin, nada que valiera la pena.
Además, es hora de pensar en otras cosas. Si revocarán el mandato de Petro.
Si alguien será tan guapo para revocar el Congreso. Si Chávez volverá a Caracas
rejuvenecido por un milagro de la Virgen del Cobre o envuelto en la bandera de
Miranda.
Si Colombia por fin allá en noviembre, aunque esté tan lejos, firmará
alguna clase de paz honorable por primera vez después de suscribir a lo largo de
la historia tantos tratados de paz de babas.
O si seguiremos en lo mismo
mientras vuelve diciembre para empacar y reemprender el camino de las piscinas y
las playas. Amén.
Eduardo Escobar
Eduardo Escobar
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