domingo, 28 de abril de 2013

Daniel Coronell y Maria Jimena Duzan, escriben ESCRIBEN

27 abril 2013





La herencia del nazi

Por Daniel CoronellVer más artículos de este autor


OPINIÓNLo peor no es la influencia de la doctrina nazi de Valenzuela sobre los lunáticos supremacistas, sino las evidencias de que hubo cercanías y afinidades con Alejandro Ordóñez, hoy procurador general.

La herencia del nazi.
Autor: Jhon Calson
Armando Valenzuela Ruiz fue un curioso personaje que pasó de guerrillero en los años sesenta a impulsor del movimiento político de los paramilitares del Magdalena Medio, unos años después. El extremismo fue su forma de vida. Buena parte de su obra está dedicada a negar el holocausto judío.
 
Para él, era una falsedad histórica que el régimen de Hitler hubiera asesinado a 6 millones de personas, la mayoría de ellas judías, pero también otras acusadas de inferioridad racial.

La imagen y biografía de Valenzuela inspiran hoy a un movimiento nazi en Colombia. La organización Tercera Fuerza lo reivindica como “la figura más saliente (sic) e incontaminada de la generación del medio siglo en Colombia”. (Ver la página web que lo demuestra).

Los nazis colombianos dedican un Sieg Heil! para saludar la memoria de Valenzuela y se declaran blancos puros. El primer punto de su decálogo reza: “Reconocemos que Colombia es un país donde su suelo lo comparten distintas culturas y etnias, en el cual la raza blanca es minoría. Por ende es función primordial establecer un programa de eugenesia y conservación racial, para que dicha población se desarrolle y consolide”. (Ver decálogo).

Los nazis están reclutando jóvenes para su causa. En el formulario de inscripción les preguntan: “¿Cuál es la visión que usted tiene sobre el Nacional Socialismo o el Fascismo y por qué se identifica con él?”. (Ver formulario).

La página del grupo, que venera a Adolfo Hitler, también muestra galerías fotográficas con entrenamiento de corte militar para sus miembros (ver fotos de entrenamiento) y reuniones de camisas blancas y pardas, alrededor de la cruz gamada nazi. (Ver fotos de reunión).

Lo peor, sin embargo, no es la influencia de la doctrina Valenzuela sobre este grupo de lunáticos supremacistas, que crece por falta de control de las autoridades.  Lo verdaderamente grave es que hay evidencias de que hubo cercanías y afinidades entre el señor Armando Valenzuela y Alejandro Ordóñez, hoy procurador general de la Nación.

Ordóñez y Valenzuela firmaron con otras cinco personas, un mensaje de apoyo al dictador ecuatoriano, general Guillermo Rodríguez Lara, conocido como Bombita. La comunicación de 1975 al golpista que acababa de salvarse de un contragolpe, afirma: “Nacionalistas colombianos congratulámoslo respetuosamente su histórico triunfo contra politiqueros intrigantes militares indignos instigados masonería internacional”. (Ver mensaje).

El pomposo telegrama fue publicado en un periódico llamado Colombia, que dirigía Armando Valenzuela. La publicación era abiertamente antisemita y uno de sus temas recurrentes era la negación del holocausto. 

Hace unos días, en Blu Radio, el escritor Héctor Abad Faciolince le hizo una pregunta al procurador Ordóñez relacionada con el asesinato de 6 millones de personas por parte del régimen nazi.

La pregunta de Abad fue inteligente y clara: “Señor procurador, con el mayor respeto, ya que usted menciona que se siente como en un juicio de Nuremberg…Varios obispos lefebvristas, comunidad católica a la que usted pertenece, han sido negacionistas del holocausto judío. ¿Usted los sigue también en esta materia? ¿Es decir, usted también cree que el holocausto judío, por parte del gobierno de Hitler, fue una exageración?”.

El procurador Ordóñez, quien segundos antes había aceptado la pregunta de Abad “si era respetuosa”, decidió no responder: “Bueno mucho gusto Néstor. Le agradezco la entrevista. A mí me llamaron para hablar de estos temas del marco jurídico para la paz y de temas que tienen que ver con mi ejercicio funcional. Le agradezco mucho su entrevista. Adiós, adiós”. (Escuchar el audio).

El sitio de internet de los nazis, admiradores de Valenzuela, refleja simpatía por las posiciones del procurador a quien llaman “el último hombre en pie con sentido común”. 

La página celebra entre otras cosas que el procurador Ordóñez quiera matar la Ley Antidiscriminación. La norma pide cárcel para quien discrimine a una persona por razón de su raza, su religión o su preferencia sexual. Ordóñez le pidió oficialmente a la Corte Constitucional que tumbe esa ley porque –a juicio suyo– viola los derechos a la libre expresión y a la libertad religiosa de los discriminadores. (Ver página).
 
 

Lo que se nos viene

Por María Jimena DuzánVer más artículos de este autor


OPINIÓNLa gran pregunta es cuánto estamos realmente dispuestos a perdonar los colombianos así de divididos y polarizados como estamos. Y a cambio de qué podríamos dar ese perdón total.

Lo que se nos viene.
Autor: Guillermo Torres
Si avanza en La Habana el  acuerdo con las Farc, no me cabe la menor duda de que detrás, y muy pegadito viene imparable el perdón  total para quienes de un lado o del otro cometieron crímenes en este largo conflicto colombiano.  

Un perdón que tendría que abarcar no s
 
olo a las Farc, sino a los militares que cometieron atropellos en el curso de esta guerra infernal y que tendría que cobijar también a los 
paramilitares como Mancuso, H.H o Jorge 40, como lo propuso Sergio Araújo hace poco en una interesante columna publicada en Kienyke. 

Obviamente el tema no es fácil de abordar. Tantos años de conflicto nos han convertido en una sociedad altamente polarizada y escenarios tan inusitados como los que se nos avecinan nos cogen muy mal parados. 

Por lo pronto la sola posibilidad de ese perdón total, me ha vuelto a acercar a Sergio Araújo, un viejo amigo, con el que terminé distanciada por cuenta de esa relación que se estableció entre ciertas élites del Cesar y el paramilitarismo, suficientemente documentada ya por varios expertos.  
 
Aunque tanto Sergio y yo somos víctimas del conflicto, su familia lo fue de las Farc, (su hermano fue condenado por parapolítica) y la mía de los narcoparamilitares, han sido más las cosas que nos separan que las que nos unen. 

No comparto su percepción benevolente sobre las razones que permitieron el surgimiento y posterior consolidación del narcoparamilitarismo y él descalifica mi juicio sobre los paramilitares porque considera que está nublado por el odio que según él yo siento por ellos  ya que ellos fueron los que asesinaron a mi hermana Silvia. 

No creo que estos ejércitos privados hubieran sido una bendición para la olvidada provincia colombiana porque hicieron retroceder a la insurgencia, como él afirma en su columna, ni que se le pueda endilgar a la propaganda de izquierda el mito de que los paramilitares fueron unos codiciosos que mataron solo gente inocente, como él sostiene en su escrito. 

Disiento también de la transparencia con que según él actuaron los paramilitares en el proceso de desmovilización dentro del marco de la Ley de Justicia y Paz y sin embargo, a pesar de todas las diferencias que he señalado lo acompaño en la afirmación que hace en su columna en el sentido de que si queremos una paz con buenos cimientos esta tiene que incluir a todos los actores del conflicto.   
La gran pregunta es cuánto estamos realmente dispuestos a perdonar los colombianos así de divididos y polarizados como estamos. Y a cambio de qué podríamos dar ese perdón total. 
Yo creo que solo podemos hablar de perdón total si los actores del conflicto aceptan decir la verdad y contarles a sus víctimas por qué cometieron los crímenes que nos llenaron de sangre. 

La experiencia que nos dejó la Ley de Justicia y Paz es que nada reemplaza a la verdad y que el hecho de que los victimarios hubieran sido encarcelados no resarció a sus víctimas. 
   
Es decir, si Jorge 40 quiere el perdón total tiene que salir de su mutismo y contarnos por qué mató a dirigentes sindicales y a profesores universitarios. Pero que lo haga ya. Y si los militares quieren ser objeto de ese perdón tendrán que hacer lo mismo. 

Decirnos la verdad sobre el Palacio de Justicia, sobre lo que sucedió en la masacre de Mapiripán y en tantas otras en las que por acción u omisión hubo oficiales del Ejército involucrados en atropellos a los derechos humanos. 

Y si las Farc quieren el perdón total, deberían en esa comisión de la verdad que están proponiendo pedir no solo que se esclarezca el exterminio de la UP. También tendrían que esclarecer hechos como el exterminio cometido por ellos contra los desmovilizados del EPL en el norte del país; contar la verdad sobre el acto terrorista del Nogal y la de la masacre de los diputados del Valle, además de pedirles perdón a los miles de secuestrados que fueron tratados como animales. 

Si todos los actores violentos de este país son capaces de darle la cara a ese país que los ha padecido y si unos y otros nos cuentan quiénes eran sus socios en la política para que podamos desterrar para siempre esa práctica nefasta de la combinación de las formas de lucha, probablemente esta sociedad tan reacia a los cambios, esté dispuesta a concederles un perdón total así nos salten a la yugular todas las ONG. Y si llega ese día, tal vez Sergio y yo, podamos volver a tomarnos un café.