domingo, 25 de agosto de 2013

LOS 5 COLUMNISTA DE LA SEMANA

24 agosto 2013
Documental sobre el olinguito

Por Daniel Samper Ospina Ver más artículos de este autor

OPINIÓN Este olinguito pantallero gusta en especial de las mieles del poder.

Documental sobre el olinguito.
Foto: Guillermo Torres
Como varios medios de comunicación lo dieron a conocer recientemente, genetistas del Instituto Smithsonian encontraron una nueva especie animal que habita en las zonas montañosas de Colombia: se trata de una mezcla de gato y oso de peluche; un mamífero chiquito, pero trepador; regordete y de mirada tierna, cuyas garras le permiten ir de rama en rama sin caerse, y al que sin duda alguna dan ganas de espichar y de comercializar para su uso en espejos de taxi. La comunidad científica lo presentó en sociedad con el nombre de olinguito, pero coloquialmente, en la zona andina, los habitantes siempre lo han conocido como Luis Carlos Villegas. 

En esta filmación podemos observar un ejemplar: allí está, dentro de esa fila de funcionarios que se están subiendo a un avión con rumbo a La Habana. El olinguito es aquel que va de último: carga un maletín en la mano mientras se deshace de sudor, incómodamente apretado en unos pantalones que ya le tallan las tetillas. 

Pese a que su capacidad de adaptación es notable –en especial de gobierno a gobierno–, el olinguito no es una especie apta para el calor: de ahí que se le observe descompuesto, con un rocío de sudor en frente y labios, pese a que esta secuencia haya sido filmada en el aeropuerto bogotano de Catam. 

Acá observamos cómo la camisa se le sale por la parte de atrás mientras deglute, desprevenidamente, las achiras que ha acumulado en los últimos vuelos. Porque, al igual que otras especies de la familia de los prociónidos, el olinguito acumula alimentos de los que da cuenta sentado en sus cuartos traseros (muslos y glúteos), como lo notamos en estas otras imágenes en la que despacha, con evidente alegría, un tamal con pata de pollo: su condición de carnívoro neoliberal así se lo permite.
 
Sin embargo, como pariente lejano del oso, el olinguito que se observa en la pantalla –este olinguito pantallero– basa su dieta en la ingesta abundante de todo tipo de mieles, en especial de las mieles del poder, aunque también gusta de la mermelada, en concreto la que cocina y reparte el gobierno de la Unidad Nacional. (Ahora lo vemos lamiendo el sirope de una tostada que acaban de tirarle desde el alto gobierno).

Tiene una sola cría por parto, y es probable que este ejemplar macho, que saluda en la imagen a un comandante guerrillero, se encuentre en estado de gravidez (probablemente de una cría hembra, dada la forma ovalada de su barriga). 

Por similitudes morfológicas, y como lo reseñaron diversos zoologistas de redes digitales, durante muchos años esta especie fue confundida con olingos mayores, como el exgeneral de la Policía Royne Chávez; se diría también que con mapaches carnívoros, como Angelino Garzón, y aun con algunos anfibios, como el lagarto de coctel (Poncho Batracae en latín) debido a semejanzas de comportamiento.

Sin embargo, analistas del Museo de Ciencias Naturales del Smithsonian pudieron catalogarlo como especie nueva al tomar las medidas de su cráneo y constatar que este especimen, vertebrado pero blandito, mitad coatí mitad líder gremial, exuda tal nivel de ternura y segrega tanta gratitud ante el potentado criollo, que no se parece a ningún otro. 

Su hábitat natural es el poder, como lo vemos ahora en esta secuencia en que el presidente Santos, un tipo de camaleón que se da en las zonas andinas, le ofrece durante la clausura de la Andi el cargo de embajador en Estados Unidos. Noten cómo el presidente Santos le hace el ofrecimiento en vivo y en directo, y observen la reacción del rollizo olinguito, entre desconcertado y divertido. Escuchen el aplauso del respetable, absorbido por una creciente música de violines que permite a los miembros de las dos especies acercarse poco a poco y fundirse en un abrazo, mientras la concurrencia aplaude a rabiar y el presidente Santos caza un mosco con la lengua. 

Como es una especie que puede hallarse en vías de extinción, el olinguito de este documental será enviado a Washington para que científicos del Instituto Smithsonian puedan estudiarlo de cerca. El decreto de su nombramiento será firmado por María Ángela Holguín, un ejemplar de la subespecie de las holguinitas. 

La foto que pegarán en el pasaporte diplomático servirá también para imprimir su mona en el álbum de chocolatinas Jet, lugar al que ingresará como miembro oficial de la fauna colombiana: allá compartirá páginas con delfines, elefantes, micos, sapos, lobos y lagartos que habitan en los árboles autóctonos de Colombia, principalmente en las tres ramas de su sistema imperante.

Reemplazará en funciones a Carlos Urrutia (Abogatus Abusivis en latín), una garza de vuelo de avión que regresará al país para montar un negocio de parqueaderos dada su vocación para cobrar por fracción (los papeleos correrán por cuenta de Néstor Humberto Martínez, un tipo de zorrillo perfumado y volador cuyo pelaje impermeable, al que nada mancha, causa bastante intriga en el mundo de la ciencia: en parte porque las intrigas siempre han sido su fuerte). 

En la imagen miembros del gobierno nacional atraen con achiras al olinguito para que ingrese al guacal en que viajará a su nuevo destino, mientras este se deshace del calor. 

 
 
Teodolindos recuerdos

Por Daniel CoronellVer más artículos de este autor

OPINIÓN Cuatro meses después de la providencial ausencia de Teodolindo en esa votación, la compañera sentimental de su hijo empezó a recibir contratos del ministerio de Protección Social.

Teodolindos recuerdos.
Foto: Jhon Calson
Esta semana encontré un titular cómico sobre la yidispolítica. El señor exministro de Protección Diego Palacio citado por la agencia de noticias Colprensa afirma sin rubor: “No participé en el tema de la reelección”. La noticia informa que en los alegatos de conclusión del juicio que le adelanta

la corte Corte Suprema, el exministro aseguró: “No participé en ninguna reunión que haya tenido que ver con la reelección”.

El ministro quizás olvidó que en víspera de la votación de la reforma constitucional en la Comisión Primera de la Cámara de Representantes, él se apareció por allá. El señor ministro, que no siempre tenía tiempo para atender llamadas de legisladores importantes, encontró un hueco en su agenda de ese miércoles 2 de junio de 2004 para ir a visitar a un don nadie.

El afortunado fue un representante a la Cámara suplente que acababa de tomar la curul. Se llamaba Teodolindo Avendaño y había llegado a gozar “una palomita” que le había dado el principal Juan Carlos Arcila. Ese pequeño politiquero conservador de Caicedonia vio llegar a su oficina prestada del Congreso nada menos que al señor ministro de protección Diego Palacio.

Teodolindo Avendaño nunca creó un proyecto de ley trascendental, ni fue ponente de una iniciativa importante durante su fugaz paso por la Cámara. Su salto a la –triste– fama empezó por una fotografía.

La noche anterior a su encuentro con el muy distinguido ministro, Teodolindo fue a comer empanadas y a beberse unos whiskys gratis a la casa de su colega Clara Pinillos, a quien recién conocía. Allí decidió tomarse una foto con otros 15 miembros de la Comisión Primera anunciando que votarían en contra de la reelección. Otros dos se sumaron al manifiesto y firmaron el papel con el cual se completaron 18 votos de 35, la mayoría necesaria para hundir el proyecto de reelección inmediata al día siguiente.

Ahí empezaron las sorpresas. La votación planeada para el miércoles fue aplazada para el jueves. Al señor ministro de Protección le entró un repentino afán para comentar con Teodolindo –justo ese día– la situación hospitalaria de Caicedonia. 

Al día siguiente Yidis se pasó al otro bando y Teodolindo no apareció. Ella ya ha explicado qué fue lo que la hizo cambiar de opinión. Teodolindo, condenado por cohecho, sostuvo que tuvo que irse porque un hijo se había estrellado. Sin embargo, su versión no cuadra con las fechas del choque simple, ni con los testimonios de los involucrados. 

Los investigadores encontraron que en esos días efectuó varias llamadas al Ministerio de Protección.
Cuatro meses después de la providencial ausencia de Teodolindo en esa votación, la compañera sentimental de su hijo empezó a recibir contratos del Ministerio de Protección Social.  

La nuera, la abogada Vania Castro, declaró ante la Corte que ella ni siquiera tuvo que presentarse a la dependencia para pedir que le dieran los contratos. Un funcionario del Ministerio de Protección llamado Carlos Arturo Gómez, casualmente paisano del entonces ministro Diego Palacio, llamó a ofrecerle entre 70 y 80 procesos en el caso de Colpuertos. 

En la agenda de Teodolindo encontraron repetidas anotaciones que decían entre otras cosas “Palacio”, “MinProtección Social”, “Llamar Dr. Juan David”, “Doctor Angarita, contrato adicional doctora Vania en Inco”.

En la libretica Teodolindo anotó la información del notario 67 de Bogotá, Luis Camilo O’Meara, quien le compró a plazos la notaría con la que el gobierno le pagó su ausencia.

Cuando los investigadores le preguntaron por qué tenía los datos del notario, Teodolindo explicó que simplemente se los había pedido cuando se encontraron en un aeropuerto.

La contrapregunta de la magistrada investigadora, puso en evidencia al efímero congresista:
-¿Y por qué anotó la cédula, don Teodolindo?

-Bueno…–intentó responder el interrogado– …no sé…me la dio él de todas maneras… y mira esto y lo otro y esas cosas…me dijo a las órdenes allá y todas esas cosas doctora... ¿Sí?... No sé por qué me dio la cédula y yo la anoté. 
 

Contradicciones de la política

Por Antonio CaballeroVer más artículos de este autor

OPINIÓN Esa concepción de la política como ocupación proterva y condenable que tiene el ministro del Interior coexiste con la convicción de que solo es política la actividad electoral, la de la busca y el rebusque de votos.

Contradicciones de la política .
Foto: León Darío Peláez / Semana
Empiezo por el final: obiter dicta, como titulan pretenciosamente en latín sus comentarios de pasada los columnistas en los últimos tiempos. Dicho sea de paso: veo en El Espectador la lista de los posibles candidatos del uribismo al Congreso. 

De primero, Álvaro Uribe
 
Después, el ideólogo José Obdulio Gaviria, la delfina Paloma Valencia, el payaso Moreno de Caro, el negociador Rafael Nieto, alguien a quien describen con entusiasmo como “excandidato a la Alcaldía de Montería”, una esposa de alguien (el presidente de Fedegán), un hermano de alguien, (una exgobernadora del Huila), y otro más a quien, para presentarlo ante el país, describen como “un abogado cercano a Óscar Iván Zuluaga”. Pero ¿y quién es Óscar Iván Zuluaga?

Mucho me temo que con semejante lista no va a salir elegido ni siquiera el expresidente Uribe. No creo que alcancen el umbral.
.....

Y a otra cosa.

Acaba de denunciar con su habitual estolidez el ministro de Gobierno que quienes apoyan los paros agrarios, desde la derecha uribista o desde la izquierda del Polo o de la Marcha Patriótica, tienen objetivos políticos. Pues claro. Como tienen objetivos políticos quienes condenan los paros desde el gobierno. En eso consiste la política. ¿Qué diablos cree que es la política el ministro aquí llamado de la política? ¿O es que considera que solo el gobierno puede hacer política? Cosa que, por otra parte, está estricta, aunque absurdamente, prohibida por la Constitución. 

Hay en la mitología colombiana (que es la mitología política: no tenemos otra) un episodio casi tan célebre como el del florero de Llorente que provocó, nos dicen, la independencia de España. Es el del procurador Aramburo, que se atrevió a amonestar al entonces presidente Carlos Lleras “por intervenir en política”: como si esa, que es la actividad propia de todos los políticos, tanto desde el poder como desde la oposición, fuera cosa censurable. ¿Y renunció, avergonzado, el amonestado presidente? No: renunció el procurador.

Esa concepción de la política como ocupación proterva y condenable que tiene el ministro del Interior coexiste con la convicción –suya y de todos los políticos– de que solo es política la actividad electoral: la de la busca y el rebusque de votos. Pero a la vez que la condenan es la única que consideran aceptable. Todo lo que se salga de los estrechos límites de las urnas de votación les parece un abuso: movilizaciones, huelgas, protestas, organización de sindicatos o de partidos que no superen el sacrosanto umbral.

Así, sobre los paros agrarios explica orondo el ministro de la política que el gobierno no dialogará sino con los no violentos. Pero a la vez, en La Habana, su gobierno dialoga solo con los violentos, y se opone a que metan baza los demás: por ejemplo, las víctimas del conflicto. El cual, por lo visto, es armado, pero no político.

Contradicciones. Recuerdo haber leído en una tesis de grado de ciencia política que los protagonistas supervivientes de la violencia liberal-conservadora de mediados del siglo XX, octogenarios hoy, a esa época que los periodistas desde los periódicos, los académicos desde las academias, los políticos desde el gobierno o el Congreso, llamamos “la Violencia”, por antonomasia y con mayúscula, la llaman de otro modo: “la Política”. Y también la piensan, aunque no la escriban, con mayúscula. 
 

¿Una pausa que refresca?

Por María Jimena DuzánVer más artículos de este autor

OPINIÓN Los únicos que deberían estar preocupados por la posibilidad de que se haga el referendo deben ser los uribistas, que serían los posibles derrotados.

¿Una pausa que refresca?.
Foto: Guillermo Torres
Quisiera pensar con el deseo y creer que la pausa en las negociaciones anunciada por las Farc es de esas que refrescan y que, una vez hechas las consultas internas, van a llegar finalmente a la conclusión de que la mejor vía para refrendar lo que se pacte en La Habana es un referendo constitucional

, como lo propone Santos, y no una constituyente, como hasta ahora lo creen ellos. 

Hay razones de peso para que las Farc cambien de parecer. La primera y acaso la más importante es que en el país no hay un ambiente para hacer una Constituyente para la paz como ellos la han propuesto, porque nacería con el karma de ser una Constituyente para las Farc. 

Esa clase de propuestas yo las dejaría para hacerlas desde la arena política, cuando las Farc hayan zanjado sus deudas con la sociedad y le hayan cumplido al país con la verdad que aún nos deben. Si este escenario se da, la idea de una constituyente tendría mucha más acogida porque se justificaría como el necesario reordenamiento institucional que debería tener Colombia para manejar el posconflicto. 

Otro de los argumentos de las Farc para sostener la tesis de la Constituyente es que por esa vía se blinda el proceso para evitar que el gobierno incumpla lo acordado en La Habana. Esa premisa también es bastante discutible. El cumplimiento de las promesas en una negociación como la que se está haciendo en La Habana no lo determina el procedimiento, sino la voluntad política que tenga el gobierno (y la guerrilla). 

Y en este caso, me atrevo a decir que, por primera vez en los 60 años que lleva esta guerra, es evidente la voluntad de los dos lados para terminar con esta cruenta confrontación. Puede que los colombianos no sepamos cuál es la política de Santos para enfrentar el fallo de La Haya o cuál es su modelo agrario, pero hay que reconocerle que en el tema de la paz ha sido un presidente decididamente audaz y sin titubeos. 

Lo mismo se puede decir de las Farc. Por las razones que sean, han llegado a la mesa con el convencimiento de que la lucha armada ya no es el camino para transformar este país. Y aunque aún les falta demostrar con hechos que su voluntad de paz no tiene reversa, tengo la convicción de que las Farc no se van a levantar de la Mesa sino hasta que logren la firma de los acuerdos con el gobierno. 

Otro de los argumentos que aducen las Farc para desechar el referendo constitucional es que tal como está planteado –la votación se haría el mismo día de las elecciones de 2014–, indicaría que Santos estaría utilizando este proceso en beneficio de su reelección. Ese argumento no solo lo esgrimen las Farc. También se lo he escuchado a Enrique Peñalosa y a varios uribistas que se quejan de lo mismo. 

En realidad esa queja se cae de su peso. Si el presidente Santos está buscando la reelección, como parece ser el caso, lo lógico es que eche mano de su bandera más importante y le saque todo el jugo posible. Sería absurdo y peligroso para el proceso que hubiera optado por el camino de la indiferencia y del compromiso a medias para congraciarse con algunas encuestas que sugieren cierto pesimismo frente a lo que está sucediendo en La Habana.  

No obstante, el hecho de plantear el referendo constitucional el día de las elecciones de 2014 tiene una razón que va más allá de la de ayudar a la reelección de Santos: se garantiza que la gente va a ir a las urnas y de esa forma se evitan escenarios como los sucedidos en Guatemala, cuando se realizó un referendo para refrendar unos acuerdos de paz que no tuvo los votos para pasar el umbral.
 
En realidad, los únicos que deberían estar preocupados por la posibilidad de que el día de las elecciones de 2014 se haga el referendo para refrendar los acuerdos que se firmen en La Habana deben ser los uribistas, que serían los posibles derrotados. Los demás, los que queremos el fin del conflicto, deberíamos respirar
 

¿Qué ofertas tiene Santos para las Farc?

Por León ValenciaVer más artículos de este autor

OPINIÓN Si a finales del año hay un acuerdo para la desmovilización, y esa tarea está en curso, se les deberían restituir a la Unión Patriótica los nueve senadores y los cinco representantes que conquistaron en 1986.

¿Qué ofertas tiene Santos para las Farc?.
Foto: Guillermo Torres
Las Farc habían dicho una y otra vez que no les interesaba la participación política en 2014, es más, habían dicho que les interesaba muy poco la participación en el Congreso, pero sorpresivamente, en un comunicado del 1 agosto le pidieron al gobierno que considerara las asignación directa de
c
urules para su organización. “Queremos llegar al Legislativo a través de medidas excepcionales y transitorias de participación política”, dijeron.

Ahora Santos y la coalición de la Unidad Nacional, en una audaz movida política, se proponen sacar adelante un proyecto de ley para convocar a un referendo de aprobación de los acuerdos de La Habana. La propuesta tiene dos caras: una, meter el acelerador en las conversaciones  para lograr que al final del año se firme el acuerdo de paz y se aprovechen los escenarios electorales de 2014 para la refrendación; dos, ofrecerles a las Farc un paquete electoral atractivo para ganar su apoyo a la iniciativa. 

En la reunión entre la Mesa de Unidad Nacional y los negociadores del gobierno, Sergio Jaramillo y Humberto de la Calle, se trataron los dos temas. No podían anunciar un mecanismo de refrendación que acelera el proceso y de-secha, por el momento, la propuesta de Asamblea Nacional Constituyente impulsada por las Farc, sin ofrecer mecanismos eficaces para que esta guerrilla llegue al poder legislativo en las próximas elecciones y sea una opción para alcaldías, gobernaciones y Presidencia de la República.   
 
Entiendo que en las ofertas para las Farc  hay un estatuto de oposición con propuestas de financiación, acceso a medios de comunicación y garantías para la vida de los líderes políticos y sociales; hay circunscripciones especiales para cámaras, asambleas y concejos; hay la posibilidad de asignación directa de curules para Senado; no en uno, sino en varios periodos, de manera que las fuerzas políticas surgidas de la paz puedan consolidar su presencia en la vida pública y no sean barridas de inmediato por parte de los políticos tradicionales.

Estas iniciativas son justas si tenemos en cuenta la feroz estrechez de la democracia colombiana en estos 50 años. La izquierda no ha tenido las mínimas condiciones para competir con probabilidades de éxito en la política nacional. La primera amenaza y la más brutal es a la vida de los dirigentes. Han arrasado con grupos y partidos enteros. La segunda es el dinero que llueve en manos de mafias y grupos privados para las fuerzas tradicionales. La tercera es la mezquindad de los medios de comunicación para darles espacio a opciones distintas.

Está muy bien que se piense en subsanar la grave desigualdad que acosa a fuerzas nuevas y rebeldes que aspiran a jugar en la política del país. Quizás estas propuestas atraigan otra vez a la mesa de conversaciones a las Farc, que han anunciado la suspensión de los diálogos.

Pero creo que lo más inmediato, lo más justo, lo más reparador, lo más práctico, es utilizar la personería de la Unión Patriótica para organizar la participación de las Farc en las próximas elecciones. Sí, y solo sí, a finales de año hay un acuerdo para iniciar el proceso de desmovilización y desarme de las Farc y esa tarea está en curso, se le deberían restituir a esta organización los nueve senadores y los cinco representantes a la Cámara que conquistaron en 1986 en ejercicio de lo acordado con el presidente Belisario Betancur. 

También hay que pensar en una medida similar para los concejos y asambleas en 2015. Quiero recordar que, además de los parlamentarios conquistados, la Unión Patriótica alcanzó 23 alcaldes propios, más de 100 alcaldes en coalición, 14 diputados y 352 concejales.

La Sala Quinta del Consejo de Estado le devolvió la personería jurídica a la UP pensando en esta posibilidad. No fue un acto para darle una oportunidad a los pequeños grupos que hoy se disputan la legalidad de esta organización. Fue una decisión para abrir espacios a las Farc.

Ahora bien, como la UP original fue una coalición de las Farc con fuerzas civiles amantes de la paz, la nueva UP debería preservar este espíritu. La guerrilla tendría que pactar inmediatamente con las personas que han mantenido el nombre de esta fuerza, con la Marcha Patriótica y con otros agrupamientos sociales,  las listas  que irían al Congreso en esta ocasión.

René Orozco Echeverry/Editor/Redactor/elciberecovirtual.blogspot.com