sábado, 12 de octubre de 2013

5 COLUMNISTS DE LA "SEMANA" . LECTURA DOMINICAL

 12 octubre 2013  

La contralora sin rumbo

Por María Jimena DuzánVer más artículos de este autor

OPINIÓN  .  Algo me dice que la contralora Morelli pasó de ser Juana de Arco a Juana la Loca.

La contralora sin rumbo.

Foto: Guillermo Torres

El 10 de febrero de 2013 ‘El Espectador’ publicó una información sobre la Contraloría que dejaba muy mal parada a la contralora, Sandra Morelli. Bajo el título de ‘Polémico rastreo en la Contraloría’, el periódico cuestionó el hecho de que en esa entidad, encargada de fiscalizar el manejo de los dineros públicos, se estuviera investigando a personas que no eran gestores fiscales. 

Según la denuncia, la Contraloría le estaría haciendo un seguimiento a cerca de 60 personas, la mayoría de las cuales no cumplían esa característica, entre las que había dos exministros, (Juan Carlos Echeverry y Juan Carlos Esguerra), una senadora (Dilian Francisca Toro), un magistrado (Mauricio González) y una periodista (Marta Soto, jefe de la unidad investigativa de El Tiempo, quien –no sobra recordar– había cuestionado el accionar de la contralora en otros temas de su resorte).

A la semana de publicada esa denuncia en El Espectador tuve la oportunidad de hablar con la contralora y le pregunté personalmente por qué su entidad estaba investigando fiscalmente a personas que no manejaban recursos públicos y a periodistas que habían cuestionado su gestión, como era el caso de Marta Soto. Su respuesta fue aún más sorprendente. Según ella, esa información publicada por El Espectador era falsa de pe a pa. 

Me negó enfáticamente que en la Contraloría se estuviera investigando a la periodista y me dijo que el error había sido del periódico, que había trastocados los nombres de la periodista y de Lina Moreno (otro de los nombres que habían salido mencionados en la publicación) con otros que sí estaban siendo investigados. 

Negó también que existiera esa lista y lo único que me aceptó fue que había casos como el de los dos exministros que sí habían aparecido en la investigación porque en algún momento habían sido contratistas de SaludCoop.

Hoy, todas las evidencias demuestran que la contralora mintió. El documento no es un invento de El Espectador como ella me afirmó (ver documento). Este no solo existe sino que sirvió de sustento para adelantar un seguimiento contra 60 personas, la mayoría de las cuales, como ya dije, no podían ser investigadas por la Contraloría. 

Se comprueba además lo que ya presentíamos: que la Contraloría adelantó seguimientos contra personas que no tuvieron nada que ver con el escándalo de SaludCoop, como la periodista Marta Soto, una comunicadora que cometió el pecado de cuestionar su gestión, hecho que la convirtió en blanco de su férula.

Si la contralora nos mintió al negar estos seguimientos puede estar mintiendo en todo lo demás. Sobre todo cuando niega que en su entidad se estén haciendo seguimientos a otros periodistas que la han cuestionado como Cecilia Orozco y el abogado Ramiro Bejarano, quienes la han denunciado ante la Fiscalía por esos hechos. Bueno es recordar que ellos no son los únicos que la han denunciado. Al día de hoy, son nueve las denuncias que hay en contra de la contralora Morelli en la Fiscalía.

Pero tal vez lo que resulta más cuestionable es que, en lugar de permitir que la Justicia la investigue, ande en la tarea de obstruir a la Fiscalía para evitar que investigue sus abusos. Eso es lo que busca con la recusación que acaba de hacer contra el fiscal y el vicefiscal. Con esa estrategia, Morelli busca que el proceso de indagación que venía adelantando la Fiscalía quede frenado hasta nueva orden. 

También se equivoca al insistir en que ese acoso judicial es un ardid del fiscal Montealegre para evitar que ella, la Juana de Arco de la lucha contra la corrupción, siga investigando el escándalo de 
SaludCoop, la EPS intervenida de la que el fiscal Montealegre fue abogado.

Si la contralora tiene pruebas de que el fiscal recibe aun hoy dineros de SaludCoop, como lo afirmó en su denuncia ante la Comisión de Acusaciones, las tiene que presentar sin demora. Si no las tiene y son solo chismes, pues entonces proceda a terminar su investigación sobre SaludCoop la cual hasta hoy sigue en veremos, como de hecho lo está cerca del 90 por ciento de las investigaciones fiscales que ella abre diariamente desde su despacho. 

Aún estamos esperando las investigaciones sobre el carrusel de Bogotá, las pensiones y el escándalo Nule, para hablar solamente de unas de las pesquisas que no están finiquitadas. Contralora, esclarezca el escándalo de SaludCoop, pero hágalo de manera transparente y no lo utilice como mampara para impedir que la Justicia pueda investigarla.

Algo me dice que la contralora Morelli pasó de ser Juana de Arco a ser Juana la Loca. Y que como el procurador Ordóñez está abusando de sus funciones. La Contraloría tiene facultades de Policía judicial, pero lo que se le olvida a la doctora Morelli es que estas tienen que ser desempeñadas acorde con lo que estipula la ley y no puede hacer seguimientos sin orden de un juez.

Sandra Morelli tampoco es hoy un ejemplo de cordura ni de mesura al igual que su amigo el procurador Ordóñez. Pero lo que más preocupa es que esté obstruyendo la Justicia para evitar ser investigada. 
 
 
Uribe versus Kalmanovitz

Por Daniel CoronellVer más artículos de este autor

OPINIÓNEl presidente de la época no tuvo a bien declarar el posible conflicto de interés cuando creó un distrito que incluía sus propias tierras.

Uribe versus Kalmanovitz.

Foto: Jhon Calson

 
En esta esquina Salomón Kalmanovitz, académico de larga trayectoria, economista, ex miembro de la junta directiva del Banco de la República, analista, investigador, profesor y decano universitario. En esta otra, el señor ex presidente Álvaro Uribe Vélez, quien no necesita presentación.

El pasado lunes, el profesor Kalmanovitz afirmó con todas las letras que el segundo gobierno del señor ex presidente Uribe “privilegiaba gasto público a favor del patrimonio familiar del gobernante”. 
La afirmación es muy grave porque lo que traduce es que por orden del entonces mandatario se usó plata del Estado para beneficiar intereses suyos y de su familia. 

¿Cómo se atreve Kalmanovitz a hacer semejante afirmación? Pues bien, hay documentos que lo respaldan.

El 10 de marzo de 2008, el gobierno expidió un decreto seleccionando los futuros distritos de riego que consideraba de “importancia estratégica” para que el INCODER adelantara las obras correspondientes. (Ver decreto 732)

El decreto asegura que no se trató de un dedazo presidencial sino que tuvo en cuenta, entre otras, la siguiente consideración: “Su contribución al desarrollo regional y el aumento de la generación de ingresos para las familias beneficiarias”. (Ver criterio de selección)

El problema radica en que una de esas familias beneficiarias es la familia Uribe Moreno que posee amplias extensiones de tierras en el distrito de Mocarí, seleccionado en ese  decreto por su “importancia estratégica”.

El Presidente de la época no tuvo a bien declarar el posible conflicto de intereses cuando creó un distrito que incluía sus propias tierras, las de su esposa Lina y de sus hijos Tomás y Jerónimo, en Córdoba.

El tema probablemente habría pasado desapercibido sino fuera por un informe de la Contraloría Delegada para el Sector Agropecuario, fechado en agosto de este año. Allí se afirma lo siguiente: “Se aprecia que el ex presidente Álvaro Uribe y miembros de su familia poseen 490 hectáreas beneficiadas por el distrito de adecuación de tierras de Mocarí”. (Ver Informe Contraloria pag 15)

La Contraloría hizo además una visita de campo a algunos predios que los lugareños identifican como parte de las fincas del señor ex presidente Álvaro Uribe, pero cuya propiedad –según el organismo de control- no se pudo identificar ante las entidades de registro y el Instituto geográfico Agustín Codazzi.

Los investigadores de campo de la Contraloría reportan en el informe sobre esas fincas que “según información suministrada por trabajadores de las mismas, pertenecen a la familia Uribe Moreno”. (Ver Informe Contraloria pag 20)

Y al concluir sobre la construcción de kilómetros de drenaje en el distrito de Mocarí, señala: “De lo antes expuesto, se observa que de los recursos priorizados para el Distrito de Riego Mocarí, entre los años 2008 a 2010, se realizaron inversiones por $773.600.446, en zonas del distrito que beneficiaban entre otros predios los de la familia Uribe Moreno; suma que ascendería a $1.410.806.096, si las fincas El Porvenir, La Sinuana y La República, de acuerdo con lo expresado por los trabajadores de los predios, pertenecen a la mencionada familia”. (Ver informe Contraloria pag 27)

Ese es el sustento del profesor Kalmanovitz. La respuesta del señor ex Presidente Uribe fue coherente con su estrategia de no responder nunca preguntas incómodas. Replicó que él sólo se beneficiaba del drenaje, pero no del riego. Tanto drenaje como riego se construyeron con dinero público.

Luego se vino lanza en ristre contra el profesor: “Kalmanovitz no mienta, mi familia y yo pagamos tasa de mantenimiento de canales a pesar de inundaciones y no favorezco contratos”. (ver vínculo)

Nadie había dicho que el ex presidente Uribe no hubiese pagado como usuario lo que le corresponde, incluso el informe de la Contraloría así lo reseña. Por lo demás, ese pago no es el resultado de la generosidad suya, sino el simple cumplimiento de una obligación que por lo demás no cubre el valor de la obra.

Sin embargo, ese tampoco es el punto. 

En lugar de recurrir a la estridente descalificación de quienes preguntan, el señor ex Presidente Uribe debería responder una sencilla pregunta: ¿Por qué no se declaro impedido para firmar un decreto que favorecía sus propiedades?
 
 

El momento definitivo de La Habana

Por León ValenciaVer más artículos de este autor

OPINIÓN  .  Todas las fuerzas que se han opuesto a las conversaciones con las Farc husmean el fracaso y sienten que se acerca el instante de pasar la cuenta de cobro.

El momento definitivo de La Habana.

Foto: Guillermo Torres

Están de plácemes Uribe, Pacho Santos, Lafaurie, Londoño. Se frotan las manos los grandes ganaderos, los bananeros, los palmeros y el Centro Democrático. Hacen cuentas los vendedores de armas y las mafias. El presidente Santos habla de la posibilidad de una suspensión de las negociaciones de paz y las Farc también consideran esta opción. 

Algunos columnistas se preguntan, incluso, si llegó la hora de acabar con la Mesa. Todas las fuerzas que se han opuesto a las conversaciones con las Farc husmean el fracaso y sienten que se acerca el instante de pasar la cuenta de cobro. Se imaginan en elecciones recorriendo plazas y hablándoles a los medios de comunicación de la mala hora en la que se le ocurrió a Santos abrir las puertas de las negociaciones de paz.

Entiendo perfectamente lo que ocurre en La Habana. Ha llegado el momento decisivo. Lo sentí alguna vez que estuve en un proceso de paz. Sentía la angustia de los guerrilleros que tendrían que cambiar drásticamente de vida después de muchos años de guerra. 

Lo veo ahora en los rostros de los jefes de las Farc que cargan sobre sus hombros con 50 años de monte y de conflicto. Quieren más tiempo para asimilar esa nueva vida. Prepararse para el doloroso encuentro con las víctimas. Quieren algunas certezas antes de abandonar la rutina de los uniformes, las armas y el combate. El hombre se acostumbra, el hombre se apega, aun a los oficios más tristes. 

¿Qué certezas? No hay que ser demasiado inteligente o demasiado informado para entenderlo. Las Farc necesitan vislumbrar el espacio político que tendrán en su ingreso a la vida civil y quieren absoluta claridad sobre la Justicia transicional que les tocará enfrentar. Digo una cifra, quizás arbitraria, sobre el significado que tienen, para ellos, estos dos puntos de la agenda. Creo que significan el 80 por ciento de la negociación. 

Santos y la opinión, Santos y el país, están en el momento crítico. Tienen que decidir si les pueden dar a las Farc una representación atractiva en el Congreso y unas condiciones para acceder al poder en zonas y regiones donde han estado por tantos años. Es decir, garantías de que no los van a matar, circunscripciones especiales y acceso a la financiación y a los medios de comunicación para competir con posibilidades de triunfo en el cerrado mundo de la política colombiana. 

Tienen que decidir si al fin es viable, o no, lo que en principio dijo el fiscal general de la Nación: un indulto y una amnistía condicionadas, es decir, la posibilidad de penas alternativas a la cárcel para los más comprometidos a cambio de verdad, de reparación y de compromiso sagrado de no repetición. Sin eso no hay nada. 

Si estas dos cosas se aclaran en el seno del gobierno y si las Farc rompen el miedo a la civilidad, si saltan sobre la angustia que implica el desarme y la desmovilización, si comprenden que llegó la hora de cambiar de vida, la negociación da un salto, la negociación se puede hacer en días o semanas. El problema no es el tiempo, el problema son las ofertas de lado y lado. Ese es el lío. Es la ausencia de ofertas audaces lo que tiene al gobierno y a las Farc hablando de suspender y a otros de parar las negociaciones.

Si estos puntos, que son el corazón de la paz, están plenamente concertados se puede firmar el acuerdo definitivo a principios del año 2014. Podrían quedar temas de negociación pendientes. Se podría continuar el proceso de concertación en medio de la desmovilización y del desarme. Así lo han hecho en otros procesos de paz. 

Y, en caso de que las partes insistan en no dar el paso definitivo antes de las elecciones, entonces podrían firmar un acuerdo parcial que incluya lo agrario, la participación política y la Justicia transicional y sobre esa base se suspenden por un tiempo definido las negociaciones y las Farc decretan un cese unilateral de hostilidades. 

Así la suspensión tendría el color de la esperanza y no el aroma del fracaso. Así la pausa sería un interregno para perfeccionar los acuerdos y proceder, una vez pasen las elecciones, a firmar el convenio para la terminación de la guerra y el inicio de la reconciliación. 
 
 
La perrilla

Por Antonio CaballeroVer más artículos de este autor

OPINIÓN  .  Juan Manuel Santos no estudia ni planea: improvisa. Y se le olvida lo que va improvisando, de modo que vuelve a improvisar sobre lo improvisado.

La perrilla .

Foto: León Darío Peláez / Semana

Amigos y enemigos, y simples conocidos, suponíamos que Juan Manuel Santos llevaba toda la vida preparándose para ser presidente de la República. No solo soñando con ser presidente, como sueñan todos los colombianos. Sino preparándose concienzudamente para serlo: y en eso era tal vez el único. Estudiaba. Prestaba servicio militar. Leía libros. Escribía libros.

Se casaba. Se planchaba el pelo. Se quitaba la barba. Trabajaba en el periódico de su familia y en diversos ministerios de variados gobiernos de muy distinto  signo (Gaviria, Pastrana, Uribe). Recorría el país y viajaba por el extranjero. Lagarteaba o conspiraba con los cacaos, con los subversivos, con los esmeralderos, con los parlamentarios, con los obispos, con los militares, con los exsindicalistas, con los expresidentes vivos y difuntos, nacionales y extranjeros. 

Se carteaba con Anthony Giddens y con Carlos Fuentes. Montaba plataformas político-ideológicas: “tanques de pensamiento”, como se llaman ahora, pretenciosamente traducidas del inglés de Norteamérica, las tertulias de café. La de Santos, ambiciosamente, se llamaba Fundación Buen Gobierno. En fin: se preparaba para ejercer la Presidencia con el mismo esmero con que lo hacía para cazar un jabalí (también cazó jabalíes Santos) el cazador del poema de Marroquín La perrilla: el más hábil y el mejor alumno que tuvo Diana.

Y llegó por fin a la Presidencia, y entró pisando duro. Ley de Víctimas. Ley de Restitución de Tierras. Reforma tributaria “para hacer chillar a los ricos”. Anuncio estentóreo de que estaba decidido a pasar a la historia como un traidor de clase. Una mezcla de Alfonso López Pumarejo, Winston Churchill, Franklin Roosevelt, el Simón Bolívar del Congreso Anfictiónico y el Darío Echandía de “el poder para qué”, con una pizca del Nelson Mandela de la reconciliación entre blancos y negros, una sonrisa del Tony Blair de la “tercera vía”, y la suerte de Bill Clinton. 

Pero, a la vez, arrepintiéndose de pisar duro. La audacia de Bolívar, pero con la cautela de Santander. El “new deal” de Roosevelt, pero aplicado por Ronald Reagan. El negro Mandela, pero desde el punto de vista del blanco De Klerk. Y la paz dialogada con las guerrillas de las Farc, pero en medio de la guerra: cincuenta mil soldados más para la operación Espada de Honor 2; y presentación del Marco Jurídico para la Paz, pero ampliación del fuero militar para la guerra.

Y en cuanto a la más importante –en mi opinión– de sus audacias, que es la paz con las guerrillas, ahora hace consultas con amigos y enemigos y simples conocidos sobre qué camino tomar: si continuar los diálogos, o suspenderlos, o romperlos. Si por él fuera, haría las tres cosas a la vez, para darle gusto a todo el mundo. Santos quiere gustar. 

Recuerdo una parrafada de Cantinflas: tras decir que estaba en pro, y ante la sorpresa disgustada de su interlocutor, que estaba en contra, quiso aclarar: “No, sí: es que estoy en pro de los que están en contra, y en contra de los que están en pro”. Me da la impresión, al cabo de tres años de gobierno, de que al contrario de lo que creímos siempre sus enemigos, sus amigos y sus simples conocidos, Juan Manuel Santos no estudia ni planea: improvisa. Y se le olvida lo que va improvisando, de modo que vuelve a improvisar sobre lo improvisado.

Pero se le está acabando el tiempo, y no ha hecho nada. Por eso ahora, cuando al cabo de tres años lo único que está claro es que no tiene ningún proyecto claro, el único que le queda es el único que dice no tener: la reelección. Y la reelección depende de los votos: de los amarrados y predecibles de los politiqueros de la Unidad Nacional, pegada con mermelada –y de ahí la prima especial para los congresistas, que son sus dueños– y de los votos libres y volátiles llamados “de opinión”–y de ahí el mantenimiento de los diálogos de paz de La Habana.

El proyecto de la reelección no es un programa de gobierno, desde luego. Pero como a esa reelección va atada la posibilidad de la paz, habrá que tragársela. Porque Santos es el único –piensen en los uribistas, o en Vargas Lleras, o en un tercero: pongamos por caso, en Ingrid Betancourt–, el único que puede, si no lograr, al menos firmar la paz.

Ojalá no le pase lo que al cazador de La perrilla de Marroquín:

Y aquella perrilla, sí,
cosa es de volverse loco,
no pudo coger tampoco 
al maldito jabalí. 
 

Carta disuasiva a Angelino Garzón

Por Daniel Samper OspinaVer más artículos de este autor

OPINIÓN  .  Tómese, por ahora, la sucursal del cielo, arcángel generoso. Sálvelos primero a ellos, mi señor.

Carta disuasiva a Angelino Garzón.

Foto: Guillermo Torres

Apreciado amigo,

Ante todo excúseme, mi querido señor, por no haber asistido al lanzamiento de su libro Agradecido con la vida, que –si me permite confesarle– en un comienzo supuse que era de cocina: un compendio de recetas prácticas para saber cómo servir una lechona
 
en una mesa, preferiblemente electoral, y de consejos fáciles para cocinar una reelección de la mano de Juan Manuel Santos: aquel repostero experto en untar con mermelada la torta presupuestal para que cada congresista tenga su tajada y tramite leyes sin demoras. 

Porque, mi máximo amigo, ya es costumbre que a Santos le hagan huelgas. Y usted, que fue el primero en entrar en paros,  bien lo puede certificar.

Pero, en lugar de un recetario, me topé con un libro en edición de lujo, forrado en hojas de tamal, que contiene el relato conmovedor de su vida y que si llevan a la pantalla grande significaría el regreso del Chinche Ulloa a la actuación.

Quiero, pues, felicitarlo por ese legado bibliográfico, muy señor mío. Y aprovecho la ocasión feliz de comunicarme con usted, Gendarme del Harapiento, para  ventilar la siguiente inquietud: durante el lanzamiento de su importante obra, afirmó usted que, si el Milagroso de Buga le da fuerzas, aspirará a la Alcaldía de Bogotá o a la de Cali, la que caiga primero: su caprichoso corazón no ha definido aún a cuál ciudad iluminará con su acostumbrada sabiduría, mi Líder Generoso. 

Cometo el abuso de escribir esta misiva para arrojar una tímida luz sobre sus cavilaciones. Doctor Angelino: no lo dude. Ayúdeles cuanto antes a los hermanos caleños, a quienes los bogotanos cederemos, no sin lágrimas, semejante honor. El Señor Caído de Monserrate, que nos enseñó la importancia del desprendimiento, sabrá darnos consuelo. Pero, por lo pronto, guíe con su grácil mano el destino del amigo valluno, que requiere de su presencia prioritaria.

Y me cuesta decirlo. Como capitalino, qué más quisiera yo, Sublime Propretor, que mi ciudad fuera administrada por cuarta vez consecutiva por un ejecutivo y gerencial mandatario de izquierda. Lucho Garzón, padre de este feliz ciclo, demostró que, como alcalde, estaba muy por encima de la media. De la media de aguardiente, especialmente. 

Samuel Moreno conmovió a la ciudad al ejercer esa bella virtud católica del amor por la familia, y ser, antes que el frío burgomaestre, el hermano ejemplar, el hijo modélico. Y Gustavo Petro ha continuado con la próspera senda que trazaron sus antecesores en una Alcaldía que está resultando inolvidable. Sí: la administración debe sobreponerse cada 15 días a la renuncia de algún secretario, que no soporta la estricta metodología alemana con que trabaja el alcalde. 

Pero el burgomaestre cuenta con el valioso concurso de Bacatá, un canino muy especial que representa la síntesis perfecta del paso de la izquierda por el poder distrital: es una perra poderosa, como las que se aplicaba Lucho; capaz de dar unas mordidas enormes, como las de Samuel Moreno. Y parece enferma de rabia, como el mismo Petro. 

Enriquecería usted ese paralelo, porque la perrita Bacatá late echada, como lo hiciera su corazón antes de ser remendado. Pero, Comendador del Exhausto, Trajano del Desposeído: no sería justo privar a los demás de su presencia. Y los bogotanos estamos dispuestos a compartirlo para legar a la parte rural y a la parte urbana del país una gran lección de generosidad. 

Tómese, por ahora, la sucursal del cielo, Arcángel Generoso. Sálvelos primero a ellos, mi señor. Aproveche el ameno clima valluno, sus riquezas culinarias, la cercanía con el santuario de Buga, para forjar el futuro de esa tierra promisoria, mi Infatigable Dómine de la clase obrera, y entonces sí, después de eso, torne sus ojos de zafiro al páramo capitalino y a acuda presto a su rescate. 
Después, Padre Mío. Pero no antes. 

Entiéndame bien: si alguien tiene talla imperial, ese es usted, Odín de los niños y de las niñas de Colombia. Basta su poderosa fuerza para impulsar a su hija Angelina hasta una curul del Congreso, destino al que aspira para convertir a los Garzón, de una buena vez, en una casta política alejada por siempre de toda condición zarrapastrosa. 

También sóbranle fuerzas a sus alas para volar a destinos más altos, Magnífico Infanzón, y ocupar, si lo quisiera, la máxima magistratura. Porque, como el mejor jamón serrano, usted ya se encuentra curtido: suficiente experiencia adquirió como coequipero del presidente Santos, aquel mandatario que se congració con los padres de la patria a punta de primas millonarias, al punto de que ahora tendremos que elegir entre los primos de José Obdulio o las primas de Juan Manuel. 
 
Sin embargo, antes de ascender al solio de Bolívar, vayamos paso por paso, Buda Caucano, Aborrajado Celestial, Atalaya del Insolvente, y empecemos por Cali. Quede atrás, por ahora, la fría y brumosa Bogotá. Talle su cincel magnífico el mármol de la capital valluna. Dome el brioso corcel de esa tierra tan suya, y aléjese de la malsana capital, mi Centurión Insomne. Bruña con su colosal sabiduría, Sinsote Sindical, el magnífico bronce del Occidente todo. Y arranque para allá, papito lindo, no sea malo, que los bogotanos no aguantamos más desastres.
 
 
Elcibereco/René Orozco Echeverry/Editor/Redactor