lunes, 31 de marzo de 2014

Meluk le cuenta... (Nostalgia)

Meluk le cuenta... (Nostalgia)

Por: |
8:29 p.m. | 30 de Marzo del 2014

CERRAR PAUTA
Gabriel Meluk

Gabriel Meluk, editor de deportes de EL TIEMPO.



                      
A mis hijos no les gusta mucho el fútbol. En verdad, casi nada. Los entiendo: no hay domingos juntos, ahora cada vez hay menos sábados, y con la maratón industrial de partidos desde los lunes en un sinfín de días de cuanto torneo hay, desde la A hasta la Z, en una verdadera ‘cristalería’ de copas, copitas, recopas, copones, pues...
 
Para que ellos hubieran sido hinchas del fútbol debieron haber tenido un papá como el mío, no yo. Porque el fútbol, la pasión por un equipo, el interés por el juego, es una semilla que por lo general les plantan en el corazón los padres a sus hijos. Así es.
 
Muchos de los momentos más felices de mi vida fueron yendo con mi papá a El Campín con el transistor en la oreja, comprar la boleta, entrar a la tribuna, sufrir y gozar, tomar gaseosa y comer palitos de queso, mirar a los que transmitían los partidos en las cabinas y regresar a la casa
 
caminando (casi siempre vivimos cerca o relativamente cerca del estadio), oyendo un programa que tenía Caracol Radio: Tercer tiempo, el resumen de la jornada desde cada ciudad...
 
Y cuando el equipo jugaba de visitante, sintonizábamos el dial de un Sharp para oír las señales desde campos venidos como de la dimensión desconocida. Aún me pregunto por qué, como siempre decían los locutores, el equipo perdía de manera injusta con un gol en el minuto 38 del segundo tiempo y por culpa de un error del árbitro...
 
Eduardo Sacheri, periodista y escritor argentino, tiene un cuento autobiográfico muy lindo, que retrata lo que ha pasado en cientos de miles de millones de casas en Buenos Aires, Bogotá, São Paulo, Madrid, Múnich, Argel o Seúl. Se llama Independiente, mi viejo y yo. Ocurre en una de las finales de la Copa Libertadores ganadas por el ‘rojo’.
 
Durante el partido, en una noche de invierno, el muy pequeño Sacheri, alentado por su padre y vestido con los colores del ‘Inde’ para ver el juego por TV, es vencido por el sueño. Al día siguiente, cuando despierta, necesita preguntarle qué pasó.
 
Cuando le dice que Independiente ganó, el niño Sacheri siente por primera vez ese sentimiento imparable de felicidad, de abrazarse y brincar con su papá por el triunfo del equipo. Amor puro, infinito, interminable...
 
A mis hijos no les gusta mucho el fútbol. La verdad, casi nada. Yo no los pude llevar al estadio para comprarles la gorrita ni la bufanda, ni pudimos correr hasta la tribuna porque ‘hasta ahora van en el himno’, ni ver los juegos por TV... Siempre de regreso al diario, siempre tecleando a mil por hora para cumplir con el estrecho horario de cierre.
 
–Mijo: ¿vamos a hacer el álbum del Mundial? –le dije este domingo al ‘pelao’ mientras le estiré el Panini que llegó con el periódico...
 
–Pues, sí... O tal vez no. La verdad, papá, no sé... Ahí vemos –me contestó.
Y se me metió una basurita en el ánimo, una nube gris que se estacionó y oscureció mi día. Y me entraron una nostalgia y un sentimiento de culpa por no haber podido ser el padre que fue, ha sido y, por fortuna, aún es mi papá conmigo.

Meluk le cuenta…
GABRIEL MELUK OROZCO
Editor de Deportes