El hombre que todos creían muerto
El hombre que todos creían muerto
Por minutos estuvo en la lista de fallecidos tras la explosión de una bomba. Hoy cuenta su historia.
Humberto Aldana (61 años) prefiere no caminar solo en la calle. La última vez que se atrevió a hacerlo, se cayó. Se raspó un brazo y sintió mareo. Aunque no se acuerda ni siquiera de un segundo de lo que fue su vida el 15 de mayo del 2012, sabe que después de esa fecha tiene que estar con alguien a su lado para sentirse seguro. Humberto era el conductor del bus, al que algunos medios dieron por muerto y otros por cómplice de terroristas, en el atentado contra el exministro Fernando Londoño el año pasado en la calle 74 con avenida Caracas, en el norte de Bogotá.
Su memoria se pone en blanco cuando le preguntan cómo fue, qué sintió, qué vio, qué creyó. Preguntas que todos le hacen cuando saben que sobrevivió a la explosión de una bomba.
“No tengo idea. No sé nada, no me acuerdo de nada, no sé”, responde. Tampoco ha hecho un esfuerzo por reconstruir la historia.
“Bastante he tenido que padecer después como para querer revivir ese momento”, dice. Lo único que sabe del atentado, que dejó a dos personas muertas y a por lo menos 40 heridos, es lo que vio en televisión, escuchó en la radio y leyó en la prensa.
“Al principio me daba impresión y hasta risa. ¿Cómo es posible que con semejante ‘tramacazo’ esté vivo?”, cuenta, mientras busca entre las fotos de su celular la prueba de que lo que está diciendo no es una exageración. En las imágenes, que le fueron enviadas por curiosos que estaban en el lugar, se ve a un hombre que no parece el mismo que ahora está hablando. Un bus quemado, un brazo destrozado que cuelga de una puerta, un perro merodeando por el lugar.
“Está muerto”, dijeron los que estaban en el lugar de la explosión. Lo replicaron en la radio. “Era un cómplice, el que llevaba la bomba y murió”, se atrevieron a decir otros. Pero era Humberto, el conductor del bus que conducía la ruta 108 que iba de sur a norte desde hacía dos años, que había salido a las 5:30 a.m. de su casa como todos los días y, que “gracias a Dios”, diría más adelante Isabel Aparicio (su esposa), aún respiraba.
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Isabel tiene 40 años y ha compartido casi la mitad de su vida con Humberto. Desde que ocurrió el atentado es la persona que lo cuida, lo guía, le corrige cuando siente que está confundiendo sus recuerdos, le da la comida, lo baña y lo viste. Lo ama. Él no tiene claro cuándo despertó después del bombazo. Solo sabe que abrió los ojos y un médico le preguntó: “¿sabe qué le pasó?”. Con la cabeza, Humberto le respondió que no. Estaba lleno de tubos. No podía hablar. Lo alimentaban a través de una manguera conectada a una fosa de su nariz. Tenía la mandíbula partida, un hueco en el cuello. Había sufrido un trauma cráneo encefálico, no tenía cúbito en su brazo derecho y el radio de ese mismo brazo estaba roto.
Humberto no era el mismo. Ni por fuera, ni por dentro. “No sé cuánto tiempo pasó desde la bomba hasta cuando desperté. Solo sé que después de ver al médico, vi una luz, yo creo que era una señal de Dios, también vi unos pájaros hermosos que salían de un árbol, un cementerio, que me daba paz y tranquilidad. Yo le pedía a Dios que me dejara más tiempo acá, que no me quería morir”, recuerda.
Isabel cuenta que Humberto permaneció 11 días en cuidados intensivos y después fue llevado al piso 6 de la Clínica El Country. “Abrió los ojos cuando ya había permanecido un buen tiempo en la clínica, pero aún ahí no era consciente de lo que le había sucedido. Empezó a ser el mismo cuatro meses después. Antes era pura confusión, mareos, malestar”, relata su esposa. No era para menos. La bomba lapa que fue puesta en el carro del exministro, que estaba a pocos centímetros del bus que conducía Humberto, destrozó todo lo que estaba a su alrededor.
La familia de Humberto se enteró por un última hora de un noticiero de televisión que al otro lado de donde estaban, se vivía un caos: que una bomba había estallado, que querían matar a un exministro, que había muertos, heridos, que el conductor de un bus había sido una de las víctimas fatales. Un primer plano de unas las cámaras de televisión que estaban allí les dio la peor señal. Se leía claramente SIG 125 en las placas del carro que estaba más destrozado. No había duda. Era el bus que Humberto manejaba.
‘Nos dijeron que había muerto’
“Cuando llegamos a ese lugar nos dijeron que había muerto, después que era uno de los sospechosos. Yo pensé que tal vez por hacerlo pasar culpable habían decidido desaparecerlo. Me desmayé dos veces. Estaba desesperada”, relata Isabel.
Solo hasta las 7:30 p.m., casi ocho horas después del atentado, logró saber en qué clínica estaba su esposo. “Me impresioné. De lo inflamado que estaba no cabía en la camilla. Uno escasamente lo podía ver de la rodilla para abajo, de resto eran tubos o inflamaciones”. A Isabel le costaba creer que el hombre al que despidió antes de las 6:00 a.m. y con el que habló por teléfono a las 7:00 a.m., estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte.
Cuando Humberto quiso saber contra quién habían atentado, se confundió más. “No tenía ni idea quién era Fernando Londoño”, cuenta entre risas. Ni él, ni su esposa sabían que el objetivo del atentado fue ministro del Interior y de Justicia de 2002 a 2004, durante el Gobierno de Álvaro Uribe. Después del atentado tampoco lo conocieron mucho más. Supieron que Londoño dijo por radio que los ayudaría y que solidarizaba con su dolor. Pero nunca lo han visto personalmente.
La hermana del exministro, María, les ha ayudado. “Yo abrí una cuenta para recibir donaciones y ella nos ha colaborado”, cuenta Isabel. También han contribuido los transportadores de la ciudad y gente del común que quiso ayudar a Humberto. De no haber sido por eso, él y su familia no habrían tenido con qué mantenerse desde mayo del 2012, cuando Humberto tuvo que dejar su trabajo.
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A Humberto le dicen ‘Campanita’ en el círculo de los transportadores. Era conocido también por llevarse los primeros lugares en los campeonatos de tejo y de billar. “Era mi entretenimiento, mi diversión”, dice, ahora sin la risa de hace unos minutos. Asegura que siente nostalgia de no poder hacer lo que siempre lo hizo feliz. Aunque físicamente tiene su brazo derecho, no puede moverlo. “Y me duele. Se siente como si alguien me estuviera apretando y por más que le dijera, no quisiera soltarme”. Los médicos le han dicho a Humberto que máximo podrá recuperar la movilidad de tres dedos. Eso, si las terapias a las que va a diario, funcionan.
Tuvo que dejar el trabajo porque ya no puede manejar. Lo liquidaron y con eso, más lo que recolectaron después de la bomba y una pensión de un salario mínimo, mantiene a su familia (su esposa y sus tres hijos) y paga el alquiler de la casa en la que viven. Su esposa, que se rebuscaba trabajando en almacenes, ha tenido que dedicarse a su cuidado. Ser su enfermera personal.
“Lo bueno es que las cosas médicas me las cubre la ARP a la que estaba afiliado”, dice, con cierto alivio en su voz. Y es que después del atentado a Humberto le han hecho más de seis cirugías. Para soldar unos huesos de su brazo lo sometieron a una carga de energía de más de 4 mil voltios. También, le quitaron parte de su cadera para hacerle un implante en el brazo derecho. Le han hecho dos cirugías en la mandíbula y le operaron el tímpano izquierdo. En su cara tiene platino. Su dentadura está reconstruida, ya que el atentado le voló todos los dientes y un parte de su labio. “A veces como y se me riega por un lado de la boca”, cuenta, mientras intenta con mucho esfuerzo abrir un sobre de azúcar. “Si ve, si no tengo quién me ayude, me demoro mucho haciendo las cosas o simplemente no soy capaz”, asegura. Pone como ejemplo también que no puede amarrarse un zapato ni ajustarse un cinturón por sí solo. “Si no tuviera a Isabel, no sé cómo haría”.
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A Humberto y a su familia les prometieron el cielo y la tierra después del atentado. Casa, plata. Nada de eso ha llegado. A muchos de los que le hicieron esas promesas solo los ha visto por televisión. “La plata que nos llegó al principio como ayuda, ya se está acabando”, dice. Por esa situación y por ser una víctima, se le han acercado muchos abogados diciéndole que quieren tomar su caso. “Me han dicho que tengo derechos que aún puedo reclamar y me brindan asesoría”. Y anuncia que está contemplando demandar al Estado.
“Ya estoy en el proceso de constituirme legalmente como víctima y adelantar el proceso que me permita tener una indemnización por lo que me pasó”, asegura. Él no quiere sacarle provecho económico al episodio, pero necesita tener cómo vivir y la única opción que ve es la demanda. “Si yo no puedo trabajar, ¿qué hago? No es que no quiera, es que físicamente no puedo”.
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Humberto ganaba como conductor lo suficiente para llevar una vida tranquila. Tenía que responder a la dueña del bus por 280 mil pesos diarios. Lo que quedaba era de él. A veces lograba ganar por día 150 mil pesos.
“Con eso me daba por bien servido. Mi récord en timbradas alcanzó a ser de 480”, cuenta. Cuando él dice timbradas se refiere a número de pasajeros por días. “Y si uno multiplica esa cifra por el costo del pasaje, es una buena plata”, aclara. Por eso, en la economía de su casa, se ha sentido un gran vacío.
El 4 de abril fue la última cirugía en su brazo derecho. No sabe cuántas más faltan. Tampoco cuándo tendrá que esperar para que alguien responda por lo que le pasó. Mientras tanto, él sigue agradecido por estar vivo. Dice que siente que su vida es un milagro.
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Humberto no ha estado muy enterado de quiénes estuvieron detrás del atentado. Si fueron las Farc o no, poco le importa.
“Lo único que espero es que algún día haya paz y que no sigan registrándose víctimas de una guerra que no tiene sentido”, asegura y dice que celebra que el Gobierno esté adelantando diálogos con la guerrilla. “Si eso va a garantizar que se va a acabar tanta muerte, me parece bien”.
Por el atentado un juez de menores de Bogotá condenó a siete años de detención al joven que puso la bomba. La investigación de la Fiscalía señala que el ataque es responsabilidad de las Farc, quienes contrataron los servicios de dos grupos delincuenciales de Cali y Bogotá.
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Humberto intenta no pensar mucho en por qué su vida cambió en un segundo. Pero sabe que cada 15 de mayo será noticia. Nadie olvidará al conductor del bus, que todos daban muerto.
SALLY PALOMINO C.
REDACCIÓN EL TIEMPO.COM
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CHOLECITOHace 5 minutos
Juraría que el hombre resucitado era Oscar Gutiérrez el periodista de Buenaventura, pero no, Gutiérrez esta vivito y comiendo jaiba, por no decir otra cosa, perifoneando a diario con don Adonai Cárdenas. Verdaderamente que las apariencias engañan y mejor que no lo hubiera sido, Fíjese que a veces el engañarse tiene sus cosas buenas, aun cuando en más de las veces el engaño no es bueno y más cuando es entre parejas.
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CHOLECITOHace 6 minutos
Juraría que el hombre resucitado era Oscar Gutiérrez el periodista de Buenaventura, pero no, Gutiérrez esta vivito y comiendo jaiba, por no decir otra cosa, perifoneando a diario con don Adonai Cárdenas. Verdaderamente que las apariencias engañan y mejor que no lo hubiera sido, Fíjese que a veces el engañarse tiene sus cosas buenas, aun cuando en más de las veces el engaño no es bueno y más cuando es entre parejas.
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MarinacarHace 34 minutos
Siete años por poner una bomba y matar a dos personas??? Por favor díganme que es un error del periódico.
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mariamejiaHace 1 hora
En ese aciago día, cuando el país estaba conmocionado ante la magnitud de ese perverso ataque, el Congreso aprovechaba la confusión y muy diligentemente aprobaba "La Ruta para la Paz" ese macabro proyecto que les brinda impunidad a las Fart. Como coincidente ¿verdad?
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ColombianacolHace 2 horas
porque no le dan una casa de las que esta regando vargas, en circunstancias como estas es que se ven y se necesitan estas soluciones? aun que sea que vargas este haciendo politica con el bolsillo de los colombianos en este caso es perdonable
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ColombianacolHace 2 horas
Las promesas a este señor son iguales a las de pastrana el la matanza que hizo las farc en bojaya, la iglesia los damnificados, las viudas,viudos huerfanos aun estan en igual o peores condiciones de hace 10 años de este magnicidio, sera que a pastrana no le da pena, o la conciencia la tiene dormida, tanta pantalla y tantas promesas y nunca se volvio acordar de ellos. verguenza con este pueblo debemos tener todos los colombianos por olvidarlos y no ayudarlos, y los nule robando y el estado alcahuetiando
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ImportHace 2 horas
Este es un caso en el que el gobierno de judas manuel debiera de ayudar con su cacareado plan de vivienda gratis y de paso se evitaria una demanda. Claro que no se le pueden pedir peras al olmo.
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toliredHace 3 horas
7 años para el que puso la bomba, por dios que justicia tan mala, ese joven deberia de primerazo donar los organos que se pueda (un riñon, medula osea, no se que mas se pueda donar) y ser condenado a trabajos forzados por alla en las zonas olvidadas de colombia construyendo carreteras... pero no 7 años en una carcel con las tres comidas diarias, comidas que muchos colombianos de bien ni siquiera tienen... increible....
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titic29Hace 4 horas
Casi lo matan, y fuera de eso le estaba achacando la bomba. En el directo rcn y la policía decían que en la buseta estaba la bomba y que el terrorista de la buseta había muerto. Para después resultar que estaba vivo y que era un hombre honesto y trabajador que le j0dieroin de por vida su brazo con el que daba cabrilla todo el día y con el que sostenía a su familia.
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