domingo, 8 de marzo de 2015

El abrazo de las momias en el pico más alto de México

El abrazo de las momias en el pico más alto de México

Un equipo de montañistas encuentra los cadáveres momificados de unos escaladores que desaparecieron en 1959



Imagen tomada por Israel Mijangos de la momia hallada en el Orizaba / EFE
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La montaña más alta de México esconde una de esas historias de aventuras que solo puede ofrecer el alpinismo. Hace más de medio siglo, siete hombres que ascendían por la cara norte del Pico de Orizaba, a 5.300 metros de altura, sufrieron una avalancha de nieve que sepultó a cuatro de ellos. Los cadáveres nunca fueron recuperados. Esta semana, sin embargo, unos montañeros que cruzaron esa zona encontraron dos cadáveres momificados que podrían ser de aquellos que parecían devorados por la naturaleza. Las momias, según el equipo de rescate, estaban entrelazadas en uno de los abrazos más largos conocidos: 56 años.
La montaña ha dado algunas de las lecciones más edificantes que se conocen entre deportistas pero también ha ofrecido las más mezquinas. La rivalidad entre escaladores gloriosos adquiere tintes legendarios. Este caso no ha sido la excepción, ya que hay dos grupos enfrentados por el hallazgo. Una expedición de la Ciudad de México encontró el domingo la primera momia, por casualidad. Uno de los integrantes escalaba un cráter cuando resbaló y cayó. En ese momento divisó lo que creyó un coco sobresaliendo entre la nieve, un detalle tropical en medio del hielo. En realidad era una calavera.

Los alpinistas encontraron también un jersey rojo, una chaqueta y una mochila. Restos de una expedición de hace medio siglo
Los alpinistas dieron a conocer el descubrimiento a través de las redes sociales y avisaron a la Cruz Roja. La fotografía que tomaron, la de la momia boquiabierta con un brazo asomando, se volvió viral. La noticia llegó a a oídos de Hilario Aguilar, de la Asociación Mexicana de Alpinistas, quien de inmediato quiso ascender hasta el lugar. Según cuenta Aguilar por teléfono, los colegas no le quisieron facilitar las coordenadas exactas. Igualmente inició el jueves la subida al volcán, ubicado entre los Estados de Puebla y Veracruz, y se topó con el cadáver. Desenterrando con mucho cuidado en los alrededores, descubrió que había un segundo cuerpo abrazo al primero. Los alpinistas encontraron también un jersey rojo, una chaqueta y una mochila, restos de una expedición perdida en el tiempo.
La idea de Aguilar y las autoridades del pueblo más cercano, el municipio de Chalchicomula, es rescatar los cuerpos la semana que viene, aunque puede que la maniobra deba posponerse por la amenaza de un frente frío. Los primeros expedicionarios tenían otros planes. Alberto Rangel ha contado a Efe que pretendían volver a la cima este domingo con la intención de recuperar el cuerpo. El grupo quería mantener en secreto el hallazgo por respeto a la víctima y a la familia. Su idea era avisar al Instituto de Antropología e Historia de México (INAH), pero la fotografía fue publicada en un grupo de escaladores en Facebook y comenzó a difundirse. Rangel señala que pretendía evitar, “como está sucediendo”, que escaladores "sin preparación" se hicieran cargo del rescate.
Hay alguien que tiene una fotografía de dos alpinistas vestidos con un jersey rojo. Los escaladores miran a la cámara, orgullosos, incluso desafiantes, sabedores de que se enfrentan a algo tan invencible como la naturaleza. Luis Espinoza guarda esa imagen como un tesoro. Era uno de los siete hombres que el 2 de noviembre de 1959 ascendieron al pico de Orizaba sin imaginar que la tragedia estaba a la vuelta de la esquina. Espinoza recuerda, en el periódico El Universal, cómo aquel día Enrique García, conocido como El Calavera, un joven de 17 años llamado Juan Espinoza Camargo, Manuel Campos, El Indio Verde, y Alberto Rodríguez quedaron sepultados bajo un alud que los sorprendió en un día claro, soledado, sin amenaza de tormenta.
Espinoza, ahora con 78 años, cuenta que al sentir la ola de nieve arrastrándole se acordó de la mujer a la que amaba, Chela, con la que nunca llegaría a casarse. En ese momento la montaña estaba dándole el beso de la muerte. Sin embargo, sobrevivió. Cuatro de sus compañeros no lo consiguieron. Al descender, fue a darle la noticia al padre del Calavera. El señor pensó de inmediato en el dolor que iba a sufrir su mujer. “Pobre madre”. Casi una vida después, las momias de dos de los alpinistas han sido encontradas, salvo que las pruebas de ADN digan lo contrario. Faltan dos cuerpos más. La montaña todavía guarda sus secretos.

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