Perfil de Adonai Cárdenas, el Maqroll de la verdad
Palabras de reconocimientos-
"EL PERIODICO VIRTUAL "ElCIBERECO" RINDE HOMENAJE A UN PERIODISTA EJEMPLAR QUE NO COMERCIALIZÓ SU OFICIO, Y NO VENDIO EL ALMA AL DIABLO" , René Orozco Echeverry
Perfil de Adonai Cárdenas, el Maqroll de la verdad
Por su mística y su entrega sincera al oficio, Adonai Cárdenas recibió el Premio al Coraje de un Periodistica. Semblanza de un enamorado de los atardeceres frente al mar.
Por: Paola Andrea Gómez | Jefe de Información de El País.
Domingo Marzo 12015- 2:20 pm
Adonai Cárdenas, periodista que murió este 1 de marzo en Buenaventura (Q.E.P.D.).
Archivo - El País
Al ser ganador del Premio al Coraje de un Periodista, otorgado por Petrobras, la jefe de información de El País, escribió el perfil del periodista que desde Buenaventura entregó lo mejor.
Recordamos a nuestros lectores ese perfil como homenaje a un gran ser humano y profesional que hoy, a sus 62 años, falleció en Buenaventura.
Como el romántico Maqroll de Álvaro Mutis, que sube al extremo de la gavia para anunciar las tormentas y las buenas noticias, Adonai Cárdenas Castillo ha sido durante más de 30 años un transmisor de noticias de provincia.
Como el Maqroll errante y aventurero recorrió el país para aprender un oficio que es más que su vida. Un oficio que hace 29 años lo llevó a anclar en su bello puerto del mar, cuyos atardeceres de mareas y postales húmedas en el muelle aún encuentra irresistibles.
Esta semana, al humilde admirador de Maqroll la vida le dio un abrazo.
Le recordó que ha hecho bien la tarea, que su valor ha valido la pena. Adonai Cárdenas Castillo, el corresponsal de El País en Buenaventura durante 23 años y la voz de la noticia en Radio Buenaventura, recibió el Premio Orlando Sierra al Coraje de un Periodista Regional, con el que la revista Semana y Petrobras rinden homenaje a quienes sin más lujos que el talento y la mística le cuentan al país lo que ocurre más allá de la ‘república santafereña’.
La historia reporteril de este palmirano por accidente, criado en el corazón del Valle y añejado con el arrullo del mar, inició cuando era un joven de 19 años, que en la morgue del hospital de Tuluá ejercía el extraño arte de la histopatología (preparación de tejidos en los cadáveres).
Allí logró que una amiga lo llevara a Radio Espacial para hacerse locutor. Adonai aún afinaba esa voz grave y al mismo tiempo entonada y clásica, que tantas veces ensayó, subido en los frondosos árboles del barrio Victoria de Tuluá, a los que trepaba para narrar partidos ficticios.
Así empezó a andar un sendero que lo llevó un par de años a La Voz de Armenia, donde descubrió que más que contarlas quería escribir las noticias.
Y ese arrojo que lo acompaña todos los días –cuando sale de su modesta vivienda en el barrio La Campiña, en la periferia de Buenaventura– fue el mismo que años atrás lo llevó, como el Maqroll errante de provincia en provincia, a enamorarse de este oficio, aún sabiendo que no lo haría millonario.
No le importó, incluso, que en Radio Zipaquirá le pagaran parte del sueldo con botellas de leche, que él mismo debía ordeñar. Ya Adonai, el Gran Señor, como traduce su nombre, estaba embriagado de periodismo e incluso escribía poemas que con el tiempo se convirtieron en el insumo para escribir historias.
Esos afanes literarios que alimentaron su espíritu los debe a Julio Cortázar y Albert Camus, porque la suya ha sido la más enriquecedora escuela: la de los libro y el autoaprendizaje.
Arribo a casaEn sus andares por el país también dejó huella en Todelar Cali, en las páginas del recordado periódico El Pueblo y en el Occidente. Pero nada fue tan definitivo en su vida como la llegada a la que desde 1979 es su casa: Buenaventura.
Sus recuerdos le evocan una ciudad maravillosa, sin los afanes de la pobreza. Eran los tiempos de Colpuertos, de los extranjeros que iban y venían, de la opulencia. Adonai, el menor de los siete hijos de Luis Enrique y Adelaida (ambos ya fallecidos) se asentó con su segunda familia en ese puerto precioso circundado por el mar.
Con el tiempo, le entregó más que su corazón a una profesión, que en otrora fue su excusa para no atender a sus hogares o para ser el más bohemio de los bohemios. Capítulos non sanctos que en el atardecer de su existencia relata sin vergüenza.
Y cuando las tempestades se alejaban de su vida llegaban las tormentas al puerto. Un explosivo coctel de narcotráfico, paramilitarismo y guerrilla, salpicado por esa corrupción que por años se ha posado como un nubarrón gris en Buenaventura, se convirtió en el centro de las noticias.
Capítulo que lo obligó a vestirse de coraje para contarle al país lo que allí estaba ocurriendo.
Para explicar qué pasaba en los barrios Lleras y Viento Libre, donde le prohibieron entrar un tiempo.
Para mostrar los horrores del Bajo Calima, lo que a la postre se convirtió en el mayor de sus dolores de cabeza: las amenazas en serie.
“Si sigues publicando, te matamos”, sentenciaron dos hombres armados en la puerta de su vivienda.
“Deja eso quieto, compañero”, le decían marionetas compradas, que se montaban a su lado en las busetas. Una amenaza más le llegó en el 2004, luego de cubrir la dolorosa masacre de ocho personas en una casa de La Guarapera, mientras jugaban dominó.
La faena diaria Aunque aún no ha llegado la tan anhelada paz que ansía Buenaventura, pareciera que esa brisa porteña hubiese conjurado las tormentas que lo obligaron a llevarse su familia afuera. Incluso, esos sustos y el estrés que le ocasionaron un pre infarto el año pasado, desaparecieron. Lo que nunca lo abandona es el agite vital que moviliza sus sueños.
Ni siquiera ahora cuando vive su cuarto de hora de gloria.
El martes recibió el premió en Bogotá. El miércoles volvió a Buenaventura y el jueves, el Maqroll de la verdad reinició su faena. Ese día, vestido como el más informal de los porteños, cargando un pequeño morral y una libreta de apuntes, arrancó su jornada a la 4:45 a.m. Salió de su casa rumbo a la emisora a leer las noticias de las 6:00 a.m.
Desayunó en un café del centro; fue a la oficina de El País a las 8:00 a.m. atendió un par de entrevistas, corrió al hospital a cubrir el paro; buscó registros de desaparecidos en la Fiscalía y al mediodía volvió a Radio Buenaventura.
Allí anunció la llegada de una nueva directora al hospital, denunció los 12 legrados que a diario se registran en la localidad y el asombro por los cuerpos que aparecen en la zona de esteros y baja mar.
Al inicio de la tarde, de vuelta a El País, al pasar por Los Toneles y otros cafetines típicos de la Calle Bavaria, muchos se acercaron para felicitarlo por el premio. Él, con una sonrisa tímida y el susurro de un gracias, estrechó decenas de manos.
Tras la alegría que le dejó el premio, Adonai sigue siendo un hombre sencillo, incapaz de sentir vanidad. Un ser encantador que a sus 56 años mantiene intacto el don de la humildad, que en él funciona como el más exquisito almizcle.
Adonai es y seguirá siendo el Maqroll de la noticia, con el cual la realidad, como tantas otras veces, superó a la ficción.
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