Se acabó Tropicana.......Colunma de Gerardo Rivas Moreno
Columnista Invitado
ELCIBERECOVIRTUAL
Gerardo Rivas Moreno
Buenaventura 18/02/2015
Neonadaísmo2011
Este blog, en permanente construcción, hace parte de una revisión de los textos iniciáticos nadaístas con el propósito de mantener nuestra fe intacta en algunos de ellos. Podríamos decir que es una versión remasterizada, con inyecciones letales de cinismo y humor negro, de esta doctrina creada, simultáneamente, en Medellín y Cali. Mantenemos la fe intacta en la creación libre. Somos icoñoclastas por naturaleza. neonadaismo@gmail.com
Se acabó Tropicana.......
Por: Gerardo Rivas Moreno
Los de mi generación que han vivido en cali recuerden nuestra historia, los que viven fuera y no son de la generación conozcan nuestros antecedentes. un abrazo. Gerardo Rivas Moreno
Gerardo Rivas Moreno
Dos Drive-in
irrumpieron en Cali por allá a comienzos de los sesenta con
ran aceptación y
beneplácito: Oasis y Tropicana.
El
uno en la Avenida sexta con calle 18 en un lote triangular que ni mandado a
hacer y el otro casi en el empate de la Circunvalar con la calle 5ª, en un lote
igualmente triangular. El éxito fue inmediato.
Allí
llegaban los cocacolos de la época, algunos ‘a pata’, con sus entonces
noviecitas o proyectos de ellas instalándose en sus barras interminables que
daban la vuelta o envolvían el lugar, amén de unas pocas mesas en el interior y
los menos, en las flamantes berlinas que ostentosamente se parqueaban en sus
estacionamientos que ofrecían ‘servicio al carro’ a través de unos
intercomunicadores que fueron la novedad.
Hablo
de los Chevrolet y Buick tres colores, los Pontiac, Oldsmobile y Studebaker
Champion, uno que otro Cadillac, los Ford Fairlane, los Mercury Monterrey
–entre los que descollaba uno amarillo coupé con techo de vidrio- los Desoto
con llanta de repuesto afuera en un ‘cofre’ enclavado entre la bodega y el
romper trasero, al igual que unos poquísimos Lincoln y Chrysler.
Huelga
decir que por esas calendas los BMW y los Mercedes eran bichos raros, los
Volkswagen aún no convencían y los Renault a duras penas se asomaban en el
mercado.
Y
ni para que sigo porque se me acaba el espacio. Oasis
y Tropicana fueron fruto de la imaginación de un danés –Allan Trust Hansen- que
fabricaba helados y se casó con una hija de Mario Lloreda Caicedo, que
congelaba agua para vender hielo mientras sus hermanos vendían gasolina y
fabricaban jabones. Hansen fue todo un personaje en Cali.
Amén
de un Corvair rojo con gris, se transportó hasta el día de su sentido
fallecimiento en unas motos gigantescas que aún resuenan en la Carretera al
Mar. En Oasis y Tropicana fueron famosas las
malteadas y hamburguesas, pero, sobre todo, los perros calientes, siendo el más
sofisticado el denominado ‘cochino silbando’ que no era otra cosa que una
salchicha envuelta en tocineta dentro de un largo pan.
¿Te
acordás hermano qué tiempos aquellos? Pasaron los años y estos lugares a pesar
que se fueron acomodando a los modernismos, perdieron la vigencia que les
caracterizó y fueron reemplazados por estaderos y otros encontraderos –para
decir lo menos- que viven atiborrados de gente, de fritangas y de comidas
ligth. Elvis Presley ha sido cambiado por Galy
Galeano, Los Rollings Stones por Darío Gómez y Frank Sinatra por Lady
Gagá.
“Es el progreso, estúpido” me dirán
algunos, así que mejor me callo. Sin embargo, no puedo menos que expresar mi
nostalgia al ver que se cerró Tropicana y el lugar se ha vendido a un
banco. El Oasis de la Avenida sexta también
está en venta. Cuántos recuerdos se nos van con ese sitio. Cuánta
música escuchada. Cuántos remates de películas –De rodillas ante ti, El Mundo
está loco, Ben Hur-.
Cuántos
escenarios parroquiales el viento se llevó. Cuántos
amores que no fueron y que sí son y cuantos que sí fueron y ahora no. Cuántos
dolores de novio. Cuántos novias de otros y cuántos otros
sin novias. En fin, con el cierre de Tropicana se
va toda una época y se cierra una ventana al pasado de esta ciudad que se va
quedando sin memoria urbana entre otras muchas memorias que se han ido
perdiendo. Ni modo pues...
Los de mi generación que han vivido en cali recuerden nuestra historia, los que viven fuera y no son de la generación conozcan nuestros antecedentes. un abrazo. Gerardo Rivas Moreno
Dos Drive-in
irrumpieron en Cali por allá a comienzos de los sesenta con
ran aceptación y
beneplácito: Oasis y Tropicana.
El
uno en la Avenida sexta con calle 18 en un lote triangular que ni mandado a
hacer y el otro casi en el empate de la Circunvalar con la calle 5ª, en un lote
igualmente triangular. El éxito fue inmediato.
Allí
llegaban los cocacolos de la época, algunos ‘a pata’, con sus entonces
noviecitas o proyectos de ellas instalándose en sus barras interminables que
daban la vuelta o envolvían el lugar, amén de unas pocas mesas en el interior y
los menos, en las flamantes berlinas que ostentosamente se parqueaban en sus
estacionamientos que ofrecían ‘servicio al carro’ a través de unos
intercomunicadores que fueron la novedad.
Hablo
de los Chevrolet y Buick tres colores, los Pontiac, Oldsmobile y Studebaker
Champion, uno que otro Cadillac, los Ford Fairlane, los Mercury Monterrey
–entre los que descollaba uno amarillo coupé con techo de vidrio- los Desoto
con llanta de repuesto afuera en un ‘cofre’ enclavado entre la bodega y el
romper trasero, al igual que unos poquísimos Lincoln y Chrysler.
Huelga
decir que por esas calendas los BMW y los Mercedes eran bichos raros, los
Volkswagen aún no convencían y los Renault a duras penas se asomaban en el
mercado.
Y
ni para que sigo porque se me acaba el espacio. Oasis
y Tropicana fueron fruto de la imaginación de un danés –Allan Trust Hansen- que
fabricaba helados y se casó con una hija de Mario Lloreda Caicedo, que
congelaba agua para vender hielo mientras sus hermanos vendían gasolina y
fabricaban jabones. Hansen fue todo un personaje en Cali.
Amén
de un Corvair rojo con gris, se transportó hasta el día de su sentido
fallecimiento en unas motos gigantescas que aún resuenan en la Carretera al
Mar. En Oasis y Tropicana fueron famosas las
malteadas y hamburguesas, pero, sobre todo, los perros calientes, siendo el más
sofisticado el denominado ‘cochino silbando’ que no era otra cosa que una
salchicha envuelta en tocineta dentro de un largo pan.
¿Te
acordás hermano qué tiempos aquellos? Pasaron los años y estos lugares a pesar
que se fueron acomodando a los modernismos, perdieron la vigencia que les
caracterizó y fueron reemplazados por estaderos y otros encontraderos –para
decir lo menos- que viven atiborrados de gente, de fritangas y de comidas
ligth. Elvis Presley ha sido cambiado por Galy
Galeano, Los Rollings Stones por Darío Gómez y Frank Sinatra por Lady
Gagá.
“Es el progreso, estúpido” me dirán
algunos, así que mejor me callo. Sin embargo, no puedo menos que expresar mi
nostalgia al ver que se cerró Tropicana y el lugar se ha vendido a un
banco. El Oasis de la Avenida sexta también
está en venta. Cuántos recuerdos se nos van con ese sitio. Cuánta
música escuchada. Cuántos remates de películas –De rodillas ante ti, El Mundo
está loco, Ben Hur-.
Cuántos
escenarios parroquiales el viento se llevó. Cuántos
amores que no fueron y que sí son y cuantos que sí fueron y ahora no. Cuántos
dolores de novio. Cuántos novias de otros y cuántos otros
sin novias. En fin, con el cierre de Tropicana se
va toda una época y se cierra una ventana al pasado de esta ciudad que se va
quedando sin memoria urbana entre otras muchas memorias que se han ido
perdiendo. Ni modo pues...
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