lunes, 26 de agosto de 2013

Colombia evoca la poesía de María Mercedes Carranza, diez años después de su muerte

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  • Colombia evoca la poesía de María Mercedes Carranza, diez años después de su muerte

    El poeta tulueño Omar Ortiz, fundador y director de la revista literaria Luna Nueva, recuerda el legado de esta mujer que asumió la poesía como un camino ajeno a todo formalismo y que con su accionar como poeta y gestora supo enfrentar la hipocresía y estupidez de nuestra sociedad.

    Por: Omar Ortiz / Especial para GACETA Martes, Agosto 6, 2013

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    María Mercedes Carranza nació en Bogotá en 1945 y murió en esa ciudad en el 2003.
     
    Foto: Archivo Colprensa / El País
    No sé si las incontables poetas que participan en más de los 30 colectivos de poesía que hoy por hoy se reúnen periódicamente en el Valle tengan dentro de su devoción poética la lectura de María Mercedes Carranza (1945-2003). Por lo que leo y por lo que oigo me parece que no. Su trabajo con la palabra, su cercanía al verso, lo hacen dentro de la más fiel tradición lírica, no desde propuestas de enfrentamiento con dicha tradición, y mucho menos con asomos de transgresión o ruptura.
    Se encuentran más cercanas a la poética de un Eduardo Carranza que a las de su hija. Circunstancia un poco paradójica si tenemos en cuenta que la poeta bogotana codirigió con Fernando Garavito, su esposo entonces, Estravagario el suplemento literario del periódico El Pueblo de Cali, que implantó una imborrable marca de rigor, calidad y donosura gráfica en las publicaciones literarias de la época.
    Es más, me atrevo a pensar que las novísimas generaciones de poetas mujeres que escriben hoy en el país, me refiero a las nacidas después de los 80, con contadas excepciones, como Diana Marcela Peña y Angie Gaona en Bucaramanga, Jenny Bernal, Carolina Dávila y Tatiana Arango, en Bogotá, para citar algunas, no se reconocen en la voz de María Mercedes, por proponer ésta una palabra completamente ajena a los cánones de la academia y de hiato con la proverbial solemnidad y formalismo de la poesía escrita en Colombia, sin distinciones de género.
    Por una razón más, pero no menos sustancial, los poetas de hoy aspiran a comprometerse con la gloria, antes de recorrer el tortuoso camino de las derrotas, como diría Alberto Rodríguez Tosca. Son, la más de las veces, un vocinglero grupo de acaparadores y acaparadoras de la fama, del éxito social, sin que los roce el destierro, la tristeza y el fracaso.
    Estas condiciones son precisamente las que acompañan la obra de María Mercedes, una niña bien, como dicen las señoras bogotanas, que se propuso a través de su accionar poético y de su trabajo como gestora de la Casa de Poesía Silva, una pelea sin cuartel contra la hipocresía y la estupidez de una sociedad degradada y enferma. Y así, “Le bastó la dosis exacta de alcohol/para morir como mueren los grandes/por un sueño que sólo ellos se atreven a soñar”, como leemos en su poema 'Una rosa para Dylan Tomas'.

    Una poesía que nunca se ha ido

    Pero esto no quiere decir, como tituló la revista Semana en su edición del 21 de julio de este 2013, que la recordación de los diez años de su muerte signifique su resurrección. La poesía de María Mercedes nunca ha resucitado porque nunca se ha ido. Su vigencia se ha ido fortaleciendo, ganando espacio con el paso del tiempo. Menos se ha extrañado del recuerdo de quienes la conocimos y compartimos con ella algunas de sus alegrías o furores. Hoy recuerdo que a principios de 1990 me aceptó una invitación para leer sus poemas en Tuluá, en plena época de agitación política, pues se acercaba la elección de los 70 dignatarios que conformarían la Asamblea Nacional Constituyente, que sería votada a principios de diciembre de ese año.
    María Mercedes terminó aceptando ser parte de la triunfante lista de Acción Democrática M-19 que logró 19 escaños, ella entre ellos. En esa jornada poética de las que propiciaba cada tanto la revista Luna Nueva y de la que también hicieron parte Juan Manuel Roca y Elmo Valencia, la Carranza leyó en el auditorio de la Cámara de Comercio parte de los poemas que conforman el libro 'Vainas', una antología de poemas de 1972 -1983, y terminó con poemas de su libro 'Hola soledad' publicado en 1987.
    Los asistentes a esa memorable noche que no sabían lo afirmado por Nicanor Parra que los dioses bajaron del Olimpo, se sobresaltaron cuando la poeta leyó su poema 'Métale cabeza', de donde son estos versos: “Cuando me paro a contemplar/su estado y miro su cara/sucia, pegachenta, /pienso Palabra, que/ya es tiempo de que no pierda/ mas la que tanto ha perdido. Si/ es cierto que alguien/ dijo hágase/la Palabra y usted se hizo/mentirosa, puta, terca, es hora/de que se quite el maquillaje y/ empiece a nombrar, no lo que es/ de Dios ni lo que es/ del César, sino lo que es nuestro/ cada día”.
    Y no se acababan de recobrar del asombro, cuando prosiguió la poeta su aniquilamiento de palabras, y así leyó:

    SOBRAN LAS PALABRAS

    Por traidora decidí hoy,
    martes 24 de junio,
    asesinar algunas palabras.
    Amistad queda condenada
    a la hoguera, por hereje;
    la horca conviene
    a Amor por ilegible;
    no estaría mal el garrote vil,
    por apóstata, para Solidaridad;
    la guillotina como el rayo,
    debe fulminar a Fraternidad;
    Libertad morirá
    lentamente y con dolor;
    la tortura es su destino;
    Igualdad merece la horca
    por ser prostituta
    del peor burdel;
    Esperanza ha muerto ya;
    Fe padecerá la cámara de gas;
    el suplicio de Tántalo, por inhumana,
    se lo dejo a la palabra Dios.
    Fusilaré sin piedad a Civilización
    por su barbarie;
    cicuta beberá Felicidad.
    Queda la palabra Yo. Para esa,
    por triste, por su atroz soledad,
    decreto la peor de las penas:
    vivirá conmigo hasta
    el final.
    Es desde esta especie de manifiesto de principios que la poeta va consolidando su sendero de “oficios desuetos: /Espíritu Santo, dama de compañía/ Estatua/ de la Libertad, / Arcipreste de Hita”. Que se asoman a un país donde un Dios borracho delira para toda la eternidad y donde las sombras de la más terrible mediocridad e ineptitud han tomado posesión de la Casa que edificó con tanto amor y coraje.
    Un país donde ya no sabemos si podremos sobrevivir hasta el día siguiente. Pero también un país donde quienes la conocimos sentimos que “hay una palabra que sin duda no pudo llevar al cadalso, pensamos sus amigos y lectores, la palabra gratitud que sentimos hacia ella y hacia su dolorosa poesía”, como afirma Juan Manuel Roca en el prólogo del libro 'Otro camino', una antología en homenaje a María Mercedes, recientemente publicado en Francia.

    Algunos de sus poemas

    Esta es una selección hecha del libro: “María Mercedes Carranza, Poesía reunida & 19 poemas en su nombre” Ediciones “Letra a Letra”, Bogotá 2013, 199 páginas.

    QUIÉN LO CREYERA

    Crece una bestia por dentro,
    por fuera la más dulce sonrisa.
    Las garras se estiran
    en uñas rosadas y manos muy suaves.
    Crece una bestia por dentro
    y esta voz es sólo un gemido.
    Si le fuera posible hablar
    diría encantada de conocerlo
    o cosas por el estilo.

    LA PATRIA

    Esta casa de espesas paredes coloniales
    y un patio de azaleas muy decimonónico
    hace varios siglos que se viene abajo.
    Como si nada las personas van y vienen
    por las habitaciones en ruina,
    hacen el amor, bailan, escriben cartas.
    A menudo silban balas o es tal vez el viento
    que silba a través del techo desfondado.
    En esta casa los vivos duermen con los muertos,
    imitan sus costumbres, repiten sus gestos
    y cuando cantan, cantan sus fracasos.
    Todo es ruina en esta casa,
    están en ruina el abrazo y la música,
    el destino, cada mañana, la risa son ruina;
    las lágrimas, el silencio, los sueños.
    Las ventanas muestran paisajes destruidos,
    carne y ceniza se confunden en las caras,
    en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
    En esta casa todos estamos enterrados vivos.

    CANCIÓN DE DOMINGO.

    Es inútil escoger otro camino,
    decidir entre esta palabra herida y el bostezo,
    atravesar la puerta tras la cual te vas a perder
    o seguir de largo como cualquier olvido.
    Es inútil rociar raíces
    que sean quimeras, árboles o cicatrices,
    cambiar de papel y de escenario,
    ser arco, cuerda, puta o sombra,
    nombrar y no nombrar, decidirse por las estrellas.
    Es inútil llevar prisa y adivinar
    porque no hay tiempo para ver
    o demorarse la vida entera
    en conocer tu rostro en el espejo.
    Los lirios, el cemento, esos ojos zarcos,
    las nubes que pasan, el olor de un cuerpo,
    la silla que recibe la luz oblicua de la tarde,
    todo el aire que bebes, toda risa o domingo,
    todo te lleva indiferente y fatal hacia tu muerte.

    LAS SOBRAS DE ARROZ FRIO

    Amo la tierna berenjena
    de carne amarga y suave
    y color de las grandes penas.
    El curry me llevó a esos mundos
    populosos, de gentes, de olores y de dioses.
    La alcachofa, mi flor preferida,
    se desviste hoja a hoja,
    sobre el plato y me ofrece su corazón
    que es dulce y se derrite.
    Deliro con el cordero,
    el recién nacido y cocinado en sus jugos
    aromas y sustancias del campo de Castilla.
    Un sushi de mariscos misteriosos
    me reveló los sofisticados ritos
    de un pueblo que suspira con
    las flores de almendro.
    Más es en mi ciudad, en mi casa,
    en mi cocina y sin platos ni manteles
    donde he conocido el placer verdadero.
    Ya de noche y en silencio el mundo,
    tomé de la nevera arroz blanco,
    sobras de otros días,
    apenas hervido con agua y aceite:
    ahora perlas deslucidas, duras y secas, heladas.
    Y así pasaron de mi mano a la boca.
    Y así goce del simple,
    vergonzante y oculto placer
    que todas las cocinas guardan.

    René Orozco Echeverry/Editor/Redactor/elciberecovirtual.blogspot.com