REMEMBRANZA PARA UN HOMBRE INMORTAL
REMEMBRANZA PARA UN HOMBRE INMORTAL
Por René Orozco Echeverry
Ha pasado tanto tiempo que pese a los hechos y las imágenes que se reemplazan constatemente en la memoria, como cosa nueva, no ha bastado para dejar atrás las vivencias que experimente en la época joven, cuando infaliblemente, con su cigarrillo apretado en los labios, llevando siempre debajo del brazo un "libro" que solo a él interesaba, concurríamos como estudiantes de bachillerato del Liceo de la Universidad de Antioquia, luciendo siempre vestido de caqui amarillo abrochada la camisa togada al cuello.
Cien años después, al "profeta" lo llevo la Cámara Junior de Quibdó. Navego por el "DIOS ATRATO", así llamo al Río del Chocó, con el "Poeta del Campo" Blas María Palacio así lo llamó, y Gonzalo presenció que el decimero pudiera, horas y horas hablar en verso.
Mil años después en Bogotá, Gonzalo Arango ejercía su tarea de escritor en revistas y periódicos capitalinos con renombre y mucho éxito, mientras yo me atareaba en mi trabajo de Arquitecto y juntos con Angelita, eventualmente, desfilábamos por la fría Carrera Séptima que casi siempre terminábamos en una cafetería para calentarnos con una hirviente taza de buen chocolate santafereño.
Un millón de años después, lo encontramos en la Funeraria Gaviria, una turbia mañana lluviosa. Reposaba frío, tranquilo, perfilado, pálido y silencioso. Le hable y no contestó, extrañé su voz mesiánica habitual; sin explicarme cómo un hombre emblemático e inmortal dormía callado sobre un tendido de flores eternas, las primeras que llegaron a su féretro: GONZALO ARANGO VIVIA EL SUEÑO DE LA INMORTALIDAD
Buenaventura, noviembre 30 de 2010